MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES
¡Por fin ha vuelto el fútbol a estas tierras, tras la gallarda obtención de la Copa ecuménica por la furia roja de Iniesta, Villa y sus chavales en las lejanas tierras del gran Mandela!
Y ahora nos llegamos a la barriada de Villa Crespo para iniciar, con la ilusión intacta y la esperanza desbordante, una nueva campaña junto a nuestro querido Atlanta que solo puede tener como objetivo dejar atrás esta infausta categoría y comenzar a escalar la cuesta que nos conduzca a los sitiales del balompié nacional que nunca debimos haber abandonado.
Ni bien ingresamos al estadio nos llevamos una ingrata sorpresa al observar el terreno de juego convertido en un picadero, más propio para las gauchescas jineteadas que para el normal deslizamiento de la jabulani local.
Así y todo, la algarabía era generalizada y el gentío estaba exultante ante el desafío en ciernes y recibió a sus cracks con el estruendo de bombardas, petardos y pífanos.
Con efusivo optimismo se iniciaron las acciones y comenzó el típico reconocimiento de las caras nuevas que se incorporan a las huestes bohemias a cada comienzo de campeonato.
Pudimos, entonces, dilucidar los once que el Xabi Alonso ubicó en la aridez del campo de los sueños con un marcado 4-4-2 eran: El gran Don Rodrigo firme en la valla; el petizo Lolli, Nico Cherro, el debutante Valdés y el conocido Segovia en la defensiva. El celinero Galeano, el morrudo Pogonza, el rutilante Rutili y el morocho Ferragut los cuatro volantes y adelante los gemelos Abel y Andrés Soriano.
Arrancó Atlanta con entusiasmo e ímpetu avasallador, arrinconando contra su ciudadela
a los tricolores sureños, que lo dejaban hacer intentando mantener el cero y viendo si ligaba algo en alguna contra.
Muy movedizo, al inicio, el pibe Galeano por derecha bien secundado por los rushes del petizo Lolli por ese sector. Por izquierda se insinuó como positivo el trabajo de Ferragout y los dos centrojases hacían lo suyo con Pogonza peleando y quitando y Rutili distribuyendo. Atrás todo muy tranquilo a pesar de la temible delantera presentada por los brownies con Peralta y Grez. Salvo asiladas llegadas, Don Rodrigo no supo de sofocones en esos primeros 45 minutos.
Arriba los Sorianos se alternaban en la lucha contra los zagueros visitantes, uno mejor que el otro, pero nunca supimos cual de los dos era.
Pero el envión inicial se fue diluyendo con el correr de los minutos y el partido se fue transformando en un verdadero bodrio, donde los jugadores parecían Neil Armstrong esquivando pozos en el suelo selenita.
Nuevamente el auriazul empezó a exhibir su proverbial falta de ideas y su impotencia a la hora de perforar impúdicas defensas que solo llegan a la ribera norte del Maldonado a rechazar y no dejar trabajar a su virtual adversario.
Siendo un poquito más Atlanta, pero sin merecer mucho más de lo que se llevó, terminó la primera etapa y los jugadores se fueron a descansar y el Xabi a meditar.
Como resultado de esas cavilaciones, el club de nuestros desvelos salió a la gramilla inexistente sin cambios de nombres, pero ahora el celinero Galeano con la responsabilidad de enganchar la líneas de ataque. Pero al mozalbete le faltan horas de vuelo para hacerse cargo de la escuadra villacrespense.
La cosa no mejoraba mucho, aunque el anfitrión era el que más rondaba la esquina del arco rival. Un poco más Álvarez reemplazó al rutilante Rutili, que estaba perdido como turco en la neblina recostado sobre su diestra.
Promediaba el segundo segmento y la defensa adroguense se adelantó algo más de lo que la prudencia aconsejaba y Andrés Soriano capturó el balón ¿O fue Abel? Y lo habilitó a su hermano ¿O se dio un autopase? Lo cierto que Abelito se la puso de rastrón al desairado golero brownie y clik caja. Atlanta pasa a ganar y es justicia, a pesar de la pobreza franciscana del espectáculo brindado.
El Xabi Alonso lo hace entrar a Mancinelli y vuelve a dibujar dos líneas de cuatro para aguantar el resultado.
Los brownies meten al vejete Pablo Casado, antiguo verdugo de los bohemios y se lanzan a por la igualdad. Y en los últimos quince minutos se amontonan en el campo de Atlanta y entonces aparece la extraordinaria figura de Don Rodrigo con tres atajadas monumentales y su seguridad para atenazar en el juego aéreo y lograr conservar, de esta manera, la exigua ventaja obtenida.
El ruso lanusero Bielkiewicz entró por uno de los mellizos. – creemos que Abel- y para hacer tiempo y así se fue llegando al final, sufriendo como una madre hincha de Atlanta
Tres puntos siempre valiosos, para iniciar el camino y que justifican la euforia final.
Pero todavía hay mucho – pero mucho- que mejorar.
Ahora espera el sábado al tristones Suárez en apasionante duelo de puntero invictos.