lunes, 24 de julio de 2017

Vidas paralelas

Podemos realizar el siguiente ejercicio mental, únicamente con fines lúdicos: trazar una especie de paralelismo entre las vidas económico-político-institucionales del Club Atlanta y la República Argentina. La comparación será interpretada, sin dudas, como elogio o como afrenta en ambos de los bandos por igual, en tiempos de grieta bohemia y grieta nacional. Recordemos, es sólo un juego. A reclamar rigurosidad a otro lado.
Podríamos empezar nuestra historia con la quiebra de Atlanta, coincidente con la crisis económica del país durante la transición entre las décadas del '80 y del '90. Los noventa en Argentina estuvieron marcados por la fiesta menemista y en Villa Crespo también tuvimos a nuestro Carlos Saúl. Si hubo que achicar el club y vender la sede para sobrevivir, el Estado argentino también se redujo con la privatizaciones. La fiesta duró unos años. Disney y la ilusión de volver a Primera con un mecenas que escondía la realidad de un club no sustentable. Pronto la crisis estalló de nuevo. Para el país fue de golpe y de manera traumática. 2001. Atlanta evidenció su deterioro institucional: sin sede social, con un estadio pronto a ser inutilizado, sin conducción, sin recursos, y cerca de la Primera C. 
Después de tocar fondo, Argentina tuvo a Duhalde y Atlanta tuvo a Moreno. La antesala a una etapa de mayor estabilidad institucional. Llegó la era K. Más de una década de un mismo color político. Tanto el discurso kirchnerista como el del oficialismo bohemio se sustentan en remarcar el resurgimiento luego de una gran crisis. Lógicamente, después de tantos años, el oficialismo llega desgastado y en la otra vereda aparece un Cambio. Al igual que el macrismo, el discurso opositor diagnostica que en estos años se debió haber logrado mucho más de lo que se logró. 
El socio dirá si le otorga continuidad al proceso actual, extendiendo la era K por otro período, o si, al igual que el 51% de los argentinos, se decide por cambiar de rumbo. La ventaja es que ya tenemos dos años de ventaja para ver cómo viene la mano.

sábado, 8 de julio de 2017

Balance futbolístico de otra decepción

Una nueva temporada en que Atlanta no consiguió su único objetivo posible: ascender a la B Nacional. Desde el último descenso en 2012, peleó por el ascenso en 5 de los 6 torneos disputados, terminando entre el segundo y el cuarto puesto de la tabla. Cuatro veces pereció en la primera ronda del Reducido y tuvo su chance de ascender con un triunfo en una última fecha. Siempre en Villa Crespo. La desolación, la bronca de los hinchas es lógica. Duele acercarse al éxito y no poder conseguirlo.
El arranque del equipo en este 2016/17 fue a pura ilusión. Con la llegada de Fernando Ruiz como entrenador y el armado de un plantel plagado de jugadores de jerarquía en ofensiva, Atlanta parecía apostar a llevarse a todos por delante. La irreverencia de Guri García, el desequilibrio de Peralta, la sorpresiva aparición de Dorregaray, el aporte goleador de Ramos, las promesas de goles de Pons, la clase de Ezequiel Rodríguez en su nueva posición de volante central. Había material para creer. Sin embargo, pronto el poderío ofensivo decayó y persistieron los problemas defensivos. Atlanta entró en el terreno de la total irregularidad, sin encontrar el equipo, el esquema, la idea de juego. Nunca pudo resolver sus problemas defensivos y su bajísimo rendimiento en Villa Crespo, donde perdió y empató partidos increíbles, ante rivales débiles.
Las performances individuales también bajaron su nivel. Peralta fue el caso emblemático en este sentido: clave en la primera etapa, intrascendente al final. La ida de Rodríguez también le agregó una cuota fatídica: Atlanta perdió mucho con su salida ya que era un volante con quite, presencia y manejo de la pelota. Algo que Seijas y Guerra no pudieron aportar ni sumados los dos. La llegada de Duró al banco por momentos dio esperanzas, y Atlanta entregó un par de buenas actuaciones, pero también mostró las peores versiones del equipo de Ruiz.
El final fue cantado. El Bohemio no jugó a nada, como en casi todo el campeonato en Villa Crespo, salvo el gran partido que le ganó al campeón Morón, jugando como si fuera una final. La misma actitud con que encaró el encuentro de Copa Argentina ante los sanjuaninos. No se vio el mismo Atlanta en el partido más importante, los cuartos de final del Reducido. Había que empatar.

martes, 4 de julio de 2017

ATLANTA 0 ESPAÑOL 1

Una mancha más al tigre. Un nuevo capítulo del interminable compendio de frustraciones bohemias en los mano a mano por el ascenso a la B Nacional. Casi dos décadas en que las historias se vuelven a reescribir. Ya más como comedia que como tragedia.
Un empate le bastaba a Atlanta para pasar a las semifinales. Era local. Tenía todas las de ganar. En teoría. También sabíamos que en Villa Crespo este equipo siempre la tuvo muy complicada y le costó conseguir resultados. Sin ir más lejos, le había tocado perder contra el mismo rival hace no mucho, en la misma cancha. Este martes se vio de lo peor de este Atlanta irregular, inestable. Pero tampoco fue nada nuevo. La misma impotencia, la misma fragilidad habían sido elementos presentes en partidos anteriores. Varias veces. El visitante se pone en ventaja en su primera llegada y después hay que remontarlo, con los nervios y una mochila pesadísima. ¿Cuántas veces leímos esa historia este torneo? En todo el campeonato el Bohemio no pudo solucionar su alarmante debilidad defensiva. Sin embargo, esta vez no apareció la jerarquía de los jugadores, ni que hablar de la contundencia ofensiva que apenas fue un espejismo en el principio de la temporada. Estuvieron todos en la cancha. Duró los juntó a todos en un segundo tiempo en que acumuló delanteros y jugadores creativos. Ramos, Dorregaray, Pons, Barría, García y Peralta juntos. Ni una chance clara para encontrar ese gol que otorgaba la clasificación. ¿Del lado de Español? Un equipo limitado pero inteligente, práctico, compacto, con plena confianza anímica y táctica. Un Amarilla que hizo las veces de Messi, autor del gol y absolutamente imparable. Si la actuación colectiva de Atlanta no estuvo a la altura de las circunstancias, los rendimientos individuales fueron paupérrimos. No se salvó ni uno de los jugadores de campo. Todo lo que tenía que hacer el conjunto de Duró para quedarse afuera lo hizo. Todo lo que temíamos que podía pasar pasó. La confianza y las ilusiones depositadas en función de los buenos méritos de un equipo que algo hizo para salir tercero en la tabla fueron fulminadas. Otra maldita frustración que cuesta digerir.