Resulta poco creíble, pero a menos de 48 horas del esperado clásico que abrirá el 2013, la preocupación de no pocos hinchas bohemios está puesta en los diversos rumores que hablan de posibles maniobras e iniciativas "creativas" del archirrival para dejar en ridículo a Atlanta en su propia casa. Mientras tanto, el equipo de Rondina estrena el año con la punta en su poder, y este partido será de vital importancia no solamente por lo que representa enfrentar a Chacarita, sino porque el Funebrero es uno de los aspirantes a alcanzar la posición actual de Atlanta. ¿Nadie más se anima a firmar que nos pinten un retrato de Barrionuevo en el centro del campo de juego a cambio de un triunfo?
El partido debe ser una fiesta del fútbol, y como es fútbol hay que ganar, en la cancha, con los jugadores. Así se puede ascender, crecer y seguir logrando cosas. No podemos seguir recordando como logros un bombo robado (por el cual, indirectamente, perdimos varias fechas al mejor Lucas Ferreiro en un momento crucial), un trapo grande de la época en que Duhalde era gobernador o unos fuegos artificiales en Morón. Claro que deben tomarse todas las medidas de prevención posibles, pero por sobre todas las cosas es necesario evitar tomar revanchas o caer en la incitación a la violencia. No solamente por amor a la paz, sino porque hay que evitar cualquier tipo de sanción, para bien del club.
Es una oportunidad de cambiar. De mostrarle al país que somos diferentes de ellos. Lo ocurrido el año pasado fue una experiencia brutal, cobarde, terrible. De nada servirá intentar siquiera algo mil veces menos agresivo. Ni siquiera se podrá emitir un solo canto discriminatorio, porque la AFA también tiene sus yuyitos que le tapan el bosque, y lamentablemente se preocupa más por las palabras que se cantan que por los golpes y los tiros que hieren y matan a la gente. Qué se le va a hacer, estamos rodeado de porquería por todos lados. Pero Atlanta tiene que salir de ese esquema y crecer, con orgullo, con confianza y con dignidad. Y ojalá que el domingo estemos festejando un triunfo antes que seguir hablando de boludeces.
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