HÉROES Y VILLANOS
¡Que paradójico ha sido los que nos ha tocado vivir en la tarde de este sábado, mi fiel escudero, donde convivieron en un corto lapso, la grandeza y la decadencia, la gloria y el fracaso, el honor y la vergüenza! ¡Y no solo al resultado deportivo me refiero!
Llegué a nuestro estadio, en una tarde radiante, dispuesto a rendirles a homenaje a los quijotes del 60 –festejo caprichoso pero siempre merecido, impulsado ahora por un programa de TV- y aprovechar la ocasión para recordar aquellos años de la belle epoque de nuestra querida institución.
Claro que llevaba la armadura con manchas de deshonrosa del óxido, producto de maniobras ventajeras, de un intento de hacer leña del árbol caído y de conseguir en un escritorio lo que no se pudo en el terreno de juego. Algo que nada tienen que ver con las leyes de caballería y las del potrero en las hidalgamente que me he formado. ¡Que el Altísimo ilumine a nuestros directivos para que nunca más reiteren este tipo de malas praxis y nos ahorren estos malos tragos!
¡Que emoción ver a los Griguol, al “Hueso” Güenzatti, al Pocho Bettinotti y aquellos héroes de la Copa Suecia arrojando claveles a la tribuna, como en los gloriosos tiempos idos y en los que guardo la esperanza viva de volver a verlos antes de que me llegue el inexorable día del final.
Pero, desgraciadamente, tras el grato momento de dulce nostalgia y de cálidos recuerdos, la cruda realidad nos devuelve a un calendario marcaba como rival a Villa San Carlos, club esforzado del lejano Berisso, pero sin prosapia ninguna en esta triste categoría donde nos encontramos desde hace demasiado tiempo.
Lo cierto es que Atlanta llegaba entonado con una victoria lejos de la calle Von Humboldt y no era disparatada la idea de soñar para esta primaveral jornada, un nuevo triunfo y esta vez en nuestra casa.
Retornó Segovia en lugar de Cherro en la defensa, la lesión de Catalán hizo que Negretti volviera a recurrir a Palisi como centrojás, reiteró a Molinas como carrilero por Galeano y suplantó a Rolón por el discutido Martínez, siendo estos los cambios con respecto a la última alineación bohemia.
El esquema no sufrió mayores modificaciones, aunque a Lolli se lo vio más retenido y a Guzmán bastante perdido en su función que mezcla al carrilero con media punta.
En definitiva así saltó el auriazul a la gramilla color esmeralda: Llinás; Izquierdoz, Arancibia y Segovia; Lolli, Palisi, Grandis y Molinas, Guzmán y el Mágico y Leandro Martínez.
¿Qué se puede decir del partido? Que fue una verdadera porquería y que Atlanta tuvo su peor desempeño en los 105 años de historia. Un auténtico desastre en todas las líneas, un cúmulo de confusiones y desaciertos donde no se logró concebir una sola jugada asociada, donde sólo se creo una única situación de gol y donde no se cayó una sola idea a lo largo de los 90 minutos.
Al principio parecía que el bohemio empezaba con más ganas y decisión, pero el espejismo no duró más de cinco minutos. Lo suficiente para comprobar que el Mágico no estaba en una de sus mejores tardes y que sí el no funciona, Atlanta tampoco.
De a poco los carlistas se fueron haciendo de la pelota y empezaron a faltarle el respeto a su ilustre recepcionista y le hicieron una tarde trabajosa a Don Rodrigo que inesperadamente pasaba a convertirse en la figura de su equipo.
Y eso porque Palisi aparecía desorientado entre los medios y poco lo ayudaba Grandis a su lado. Molinas y Lolli no sumaban nada desde las franjas, aunque el petiso alguna que otra rechazaba. Otro que andaba perdido como Chávez en New York era Guzmán, que viene jugando a bajo nivel, y Martínez, como única carta de gol, sólo aportaba orsay tras orsay en función de ataque.
Mal la defensoría, donde hasta el siempre eficiente Izquierdoz, daba muchas ventajas y tampoco Segovia, por el otro sector, ofrecía todas las garantías. Una vez más la firmeza de Arancibia aparecía para salvar la ropa cuando la casa se incendiaba.
El primer tiempo fue un round de estudio donde el visitante se retiró a los vestidores dejando una mejor imagen y habiendo cobrado confianza en sus propias fuerzas, pero sobre todo intuyendo la debilidad d su rival.
Para el segundo período, el entrenador villacrespense mueve la estantería y hace entrar a Marecos y a Galeano relevando a los ignotos Molinas y Grandis, mas esto no aporta ningún beneficio a la escuadra atlante. Atlanta es un río revuelto, que ofrece fácil ganancia para los pescadores.
Por el contrario, los berissenses –hombres de río al fin- se percatan de que pueden ganar, cambian prudencia por osadía y van a por el triunfo. Introducen, hábilmente, dos soldados –Villalba y Madrid- entre la dispersa retaguardia enemiga, y a diez del final dan la estocada definitiva, para una muerte anunciada.
La entrada de Rolón por el petiso Lolli un manotazo de ahogado que no sirvió para evitar el naufragio final.
Y así una tarde que comenzó con héroes terminó con villanos. ¿Porqué de que otra manera se puede llamar a los que pierden en Villa Crespo contra Villa San Carlos con gol de Villalba?
¡Que paradójico ha sido los que nos ha tocado vivir en la tarde de este sábado, mi fiel escudero, donde convivieron en un corto lapso, la grandeza y la decadencia, la gloria y el fracaso, el honor y la vergüenza! ¡Y no solo al resultado deportivo me refiero!
Llegué a nuestro estadio, en una tarde radiante, dispuesto a rendirles a homenaje a los quijotes del 60 –festejo caprichoso pero siempre merecido, impulsado ahora por un programa de TV- y aprovechar la ocasión para recordar aquellos años de la belle epoque de nuestra querida institución.
Claro que llevaba la armadura con manchas de deshonrosa del óxido, producto de maniobras ventajeras, de un intento de hacer leña del árbol caído y de conseguir en un escritorio lo que no se pudo en el terreno de juego. Algo que nada tienen que ver con las leyes de caballería y las del potrero en las hidalgamente que me he formado. ¡Que el Altísimo ilumine a nuestros directivos para que nunca más reiteren este tipo de malas praxis y nos ahorren estos malos tragos!
¡Que emoción ver a los Griguol, al “Hueso” Güenzatti, al Pocho Bettinotti y aquellos héroes de la Copa Suecia arrojando claveles a la tribuna, como en los gloriosos tiempos idos y en los que guardo la esperanza viva de volver a verlos antes de que me llegue el inexorable día del final.
Pero, desgraciadamente, tras el grato momento de dulce nostalgia y de cálidos recuerdos, la cruda realidad nos devuelve a un calendario marcaba como rival a Villa San Carlos, club esforzado del lejano Berisso, pero sin prosapia ninguna en esta triste categoría donde nos encontramos desde hace demasiado tiempo.
Lo cierto es que Atlanta llegaba entonado con una victoria lejos de la calle Von Humboldt y no era disparatada la idea de soñar para esta primaveral jornada, un nuevo triunfo y esta vez en nuestra casa.
Retornó Segovia en lugar de Cherro en la defensa, la lesión de Catalán hizo que Negretti volviera a recurrir a Palisi como centrojás, reiteró a Molinas como carrilero por Galeano y suplantó a Rolón por el discutido Martínez, siendo estos los cambios con respecto a la última alineación bohemia.
El esquema no sufrió mayores modificaciones, aunque a Lolli se lo vio más retenido y a Guzmán bastante perdido en su función que mezcla al carrilero con media punta.
En definitiva así saltó el auriazul a la gramilla color esmeralda: Llinás; Izquierdoz, Arancibia y Segovia; Lolli, Palisi, Grandis y Molinas, Guzmán y el Mágico y Leandro Martínez.
¿Qué se puede decir del partido? Que fue una verdadera porquería y que Atlanta tuvo su peor desempeño en los 105 años de historia. Un auténtico desastre en todas las líneas, un cúmulo de confusiones y desaciertos donde no se logró concebir una sola jugada asociada, donde sólo se creo una única situación de gol y donde no se cayó una sola idea a lo largo de los 90 minutos.
Al principio parecía que el bohemio empezaba con más ganas y decisión, pero el espejismo no duró más de cinco minutos. Lo suficiente para comprobar que el Mágico no estaba en una de sus mejores tardes y que sí el no funciona, Atlanta tampoco.
De a poco los carlistas se fueron haciendo de la pelota y empezaron a faltarle el respeto a su ilustre recepcionista y le hicieron una tarde trabajosa a Don Rodrigo que inesperadamente pasaba a convertirse en la figura de su equipo.
Y eso porque Palisi aparecía desorientado entre los medios y poco lo ayudaba Grandis a su lado. Molinas y Lolli no sumaban nada desde las franjas, aunque el petiso alguna que otra rechazaba. Otro que andaba perdido como Chávez en New York era Guzmán, que viene jugando a bajo nivel, y Martínez, como única carta de gol, sólo aportaba orsay tras orsay en función de ataque.
Mal la defensoría, donde hasta el siempre eficiente Izquierdoz, daba muchas ventajas y tampoco Segovia, por el otro sector, ofrecía todas las garantías. Una vez más la firmeza de Arancibia aparecía para salvar la ropa cuando la casa se incendiaba.
El primer tiempo fue un round de estudio donde el visitante se retiró a los vestidores dejando una mejor imagen y habiendo cobrado confianza en sus propias fuerzas, pero sobre todo intuyendo la debilidad d su rival.
Para el segundo período, el entrenador villacrespense mueve la estantería y hace entrar a Marecos y a Galeano relevando a los ignotos Molinas y Grandis, mas esto no aporta ningún beneficio a la escuadra atlante. Atlanta es un río revuelto, que ofrece fácil ganancia para los pescadores.
Por el contrario, los berissenses –hombres de río al fin- se percatan de que pueden ganar, cambian prudencia por osadía y van a por el triunfo. Introducen, hábilmente, dos soldados –Villalba y Madrid- entre la dispersa retaguardia enemiga, y a diez del final dan la estocada definitiva, para una muerte anunciada.
La entrada de Rolón por el petiso Lolli un manotazo de ahogado que no sirvió para evitar el naufragio final.
Y así una tarde que comenzó con héroes terminó con villanos. ¿Porqué de que otra manera se puede llamar a los que pierden en Villa Crespo contra Villa San Carlos con gol de Villalba?