No han faltado las sorpresas, los vaivenes emocionales, los altibajos en este campeonato bohemio que nunca dio respiro, repleto de sucesos y episodios electrizantes, resonantes. Cuando el equipo estaba nuevamente hundido en la noche negra y había tocado fondo en lo futbolístico, halló la milagrosa recuperación, el triunfo menos pensado. Recobró vida, se levantó y gritó bien fuerte que no está muerto, que dará pelea, y que no lo den por descendido cuando todavía faltan 20 encuentros por disputarse. Atlanta pudo alcanzar el último tren del 2011 y llevarse 3 puntos fundamentales para no quedar rezagado en la lucha por la permanencia: superó a Chacarita, y está ahí nomás de Brown, Desamparados, e incluso Huracán, el próximo rival en febrero.
La divina recuperación fue casi tan impensada como aquel inexplicable 4-0 en Jujuy, luego de aquellas vergonzosas caídas ante River e Instituto. Ahora, el conjunto de Ghiso no venía mucho menos golpeado: llevaba 5 partidos sin ganar, no encontraba el juego, venía de perder escandalosamente en Merlo, los rivales por el descenso se escapaban, y para armar la alineación titular debía recurrir a muchos suplentes gracias a los 4 suspendidos y las tantas lesiones. Parecía demasiada improvisación para enfrentar al sólido y ordenado Ferro de Mario Gómez, un equipo difícil de quebrar, como aquel exitoso Ferro griguolesco de los '80. Sin embargo, el fútbol volvió a darnos una lección acerca de su imprevisibilidad: en el fútbol mueren todas las verdades absolutas que pretenden reducir este deporte a un puñado de leyes y máximas universales.
Atlanta, al fin y al cabo, no jugó tanto mejor que otros partidos, si bien vale destacar el empuje de Mancinelli, la seguridad de Pellegrino, las ganas de Pogonza, la presencia de Milán. Pero, en definitiva, siguió siendo el mismo equipo sin ideas, poco ofensivo, y con problemas en la marca, sobretodo en el sector izquierdo, por donde Bufarini hizo lo que quiso. El Bohemio fue puro corazón, pero con todos sus defectos y errores hizo más que Ferro para llevarse los tres puntos, si bien el partido fue muy malo, parejo y quizá lo más justo hubiese sido un empate. El conjunto de Caballito fue demasiado mezquino y recién cuando se vio en desventaja fue a buscarlo, aunque sin acertarle al arco.
¿Por qué lo ganó Atlanta entonces? Porque Abel Soriano, el mismo que no estaba teniendo un buen partido, el que recibía críticas a montones, hizo de un pelotazo que no representaba el más mínimo peligro un gol. Un invento auténtico de Abel: molestó a los defensores, se la robó al arquero con la puntita del pie y la empujó con el arco vacío. El constante sacrificio, el trabajo sucio, dio finalmente sus frutos, y Abel abría el marcador de forma increíble. Luego, llegó el momento de aguantar el resultado colgados del travesaño. Para colmo, Mancinelli se lesionó cuando ya estaban hechos los tres cambios, y Atlanta terminó con Guzmán de lateral derecho. Ya el partido se agotaba y los hinchas empezaban a festejar cuando Nico Ramírez se mandó un golazo, otro invento de la nada. 2-0 y tres puntos en casa.
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