A modo de continuación de la nota anterior (Poderoso Caballero...), vale preguntarse qué puede hacer Atlanta para conseguir los recursos que no tiene. Tras la mala experiencia del brodismo en los '90 y principios de la primera década de este siglo, son amplios los rechazos que existen entre los socios hacia los mecenazgos, que, al igual que en Atlanta, en otros clubes han mostrado éxitos parciales seguidos de profundas crisis. Es que la dependencia total de una persona no sostiene el crecimiento de ningún club sino de forma ilusoria y transitoria. Eso no impide que muchos hinchas envidien, por ejemplo, a un Bugallo o a un Massa, que han llevado a Primera a equipos que hace algunos años competían de igual a igual con el Bohemio. El dinero es tentador, y si al dinero se le suma poder político la ecuación es muy prometedora. En este sentido, de todos modos, no parece haber ninguna mecenas a la vista en Atlanta, y menos que menos se vislumbra un apoyo gubernamental. Ésta es una desventaja clave que afecta a muchos equipos chicos de la Ciudad de Buenos Aires. En el Conurbano y en el Interior, la relación entre los clubes y los gobiernos municipales y provinciales es fructífera para los clubes. Los beneficios incluyen el uso de los estadios estatales, el pago de los operativos policiales, y hasta el flujo de recursos para pagarles a los jugadores.
En definitiva, pertenecer a este barrio del cual estamos orgullosos fue alguna vez un privilegio, pero hoy no se vislumbran claramente los beneficios (materiales, porque los sentimentales sobran). Quizá no hemos sido lo suficientemente inteligentes para aprovechar el hecho de estar en una posición de tan fácil acceso, justo en el medio de la gran ciudad. Quizá las cosas han cambiado. Alguna vez Villa Crespo fue un barrio de conventillos, de inmigrantes, bien porteño. En ese Villa Crespo fue que Atlanta se hizo grande y echó a su rival, Chacarita, a las afueras de la ciudad. Posteriormente, fue el barrio de la clase media que demandaba saciar su sed actividad social, su inserción en la sociedad. Atlanta acompañó esa necesidad, pero en los '80 entró en crisis. Llegaron los '90 y los grandes cambios, la modernización, los gimnasios privados. La gente ya no asistía en masa a los clubes de barrio. Atlanta igualmente ya no tenía Sede Social.
Hoy Villa Crespo se dirime entre su vieja tradición de la Buenos Aires profunda y la palermización vacía, superficial, cosmética, que nos invade desde el norte y amenaza con quitarnos el alma bohemia. El resurgimiento de Atlanta debe acompañar necesariamente el renacimiento del barrio como lugar de comunión social antes que como destino inmobiliario. Sólo de sus entrañas podrá renacer el vigor espiritual y monetario que le devuelva su grandeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario