A mediados de este año, Atlanta se quedaba por segunda temporada consecutiva en la puerta de una final por un ascenso, después de haber ido puntero y peleado el título durante la mayor parte del campeonato. Carlos Mayor había llegado en las últimas fechas para levantar a un equipo que había perdido terreno y todavía tenía chances. Logró enderezar el rumbo y Atlanta fue superior en la semifinal frente a Platense, pero no se le dio en los penales. El Bohemio no era menos que sus rivales, como por ejemplo Temperley, que terminó ascendiendo y ahora está cerca de Primera.
Mayor juró junto a sus dirigidos tomarse revancha en el torneo de transición, con el objetivo de conseguir el ascenso negado. Reforzó el equipo con jugadores que conocía de Almagro, llegaron dos buenas incorporaciones de Fenix como Puch y Torres, y volvía al arco el recordado Santillo. Considerando que la mayor parte del plantel y de los titulares -con la excepción de Vega y Godoy- permanecía para este torneo, se podía suponer que Atlanta volvería a ser protagonsta.
Sin embargo, un hecho inesperado convulsionó a todo Villa Crespo y cambió los planes. Mayor fue tentado por Godoy Cruz y se fue a Mendoza a poco de comenzar el campeonato. De urgencia, la dirigencia optó como reemplazo por la contratación de Rubén Capria, uno de los mayores errores futbolísticos de los últimos años. Capria llegó sin experiencia como DT y tampoco conocía la B Metropolitana. Intentó implementar un esquema de juego muy generoso, abierto, bien ofensivo, como tantas veces se ha escuchado el reclamo del hincha. Pero descuidó totalmente el aspecto defensivo -aunque tampoco ayudaron las lesiones de Francés y Peláez- y se tuvo que ir con cinco derrotas en cinco encuentros, entre ellas el clásico con Chacarita, de local. Fue una mochila difícil de levantar la de aquel comienzo en el que todo salió mal y parecía que ya no había chances en un torneo tan corto. El ciclo del Pipa Cassano, interino hasta el final del semestre, tuvo muchos altibajos, más bajos que altos. En algunos partidos parecía que había encontrado el equipo, con un 4-4-2 más compacto y solidario, con Francés liderando en la defensa y Palisi en el medio, con Puch como lo más peligroso por el medio y Pedrozo complicando arriba. Fueron algunos partidos interesantes pero aislados, sin continuidad, y sin contundencia para obtener más puntos. Hizo un gran partido de visitante con Tristán Suárez, también en San Martín donde perdió increíblemente sobre la hora, y logró su único punto de visitante en Caseros. A su vez, goleó a Villa Dálmine, otro de los protagonistas. También mostró su faceta más oscura, la de un equipo sin ideas y sin alma.
Al final, salió todo muy mal porque fue una de las peores campañas en la historia, y para colmo ascendió el clásico rival en el mismo torneo, lo cual empeoró aún más el ánimo de los hinchas. Es difícil de explicar lo que pasó. La ida de Mayor fue un golpe duro, pero aun así, hubo rendimientos individuales muy lejos de lo esperado. Díaz Villán, antes muy rgular, cometió muchas equivocaciones. Sardella, la figura del equipo de Méndez, ya venía de un bajón en el último tramo del campeonato anterior, y continuó en la pendiente negativa. Maraschi completó un mal semestre. Finalmente lo que parecía una merma menor en el plantel -las idas de Vega y Godoy- terminaron siendo determinantes. Porque Santillo estuvo muy lejos de ser el del 2003 y nunca dio seguridad en el arco. Porque faltó un nueve con presencia que diera su cuota goleadora.
Un semestre para barajar y dar de nuevo. Hay que recuperar la senda que nos dejó como protagonistas de la categoría en los últimos años.
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