El dramático caso de Estudiantes de San Luis escandaliza al mundo futbolístico, pero esconde detrás cientos de casos más que pintan una realidad crítica del fútbol argentino. El caso muestra gráficamente los inconvenientes del gerenciamiento, que endulza a los socios con grandes inversiones que pueden traer cegadores éxitos deportivos, pero a la larga, cuando el negocio deja de ser rentable, da lugar a la retirada y el club queda a la deriva. Ante la amenaza de una desafiliación, ahora el Gobierno de San Luis pretende hacerse cargo de los gastos del club. No es una solución. Por el contrario, es otra cara del mismo problema.
El fútbol argentino es inviable en la medida que fondos externos (no genuinos) aparecen para pagar los enormes presupuestos de los planteles, con los exorbitantes sueldos de los jugadores. El contexto deja a los clubes honestos, que pretenden mantener las finanzas ordenadas y armar un plantel acorde a sus propios recursos, en una situación de clara inferioridad y desventaja en cuanto a competitividad. Es así que de repente aparecen pequeños clubes apadrinados por algún mecenas logrando varios ascensos consecutivos y ocupando un lugar inédito en el fútbol argentino. Claro que en general nadie pone plata por amor. Los objetivos de estos mecenas pueden ser de distinta índole: lavado de dinero, proyección política, negocios, etc. Si el objetivo es oscuro, más oscuro puede ser su origen: narcotraficantes, sindicalistas y empresarios corruptos, dirigentes políticos. La intervención de gobiernos provinciales e intendencias municipales, en contacto íntimo con sus clubes, da una ventaja a los clubes del Interior, aparentando un federalismo inexistente. Los ejemplos ya los conocemos todos. No hace falta más que analizar las campañas de los últimos años y googlear un poco para saber porqué ese equipo está ahí donde está. No compremos los espejitos de colores, no creamos en el chamuyo.
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