Un triunfo tremendo, como hacía tiempo que no se festejaba en Villa Crespo. ¿Cuánto hacía que no se gritaba un gol así y se salía cantando por las calles del barrio? De repente, volvió la poderosa fuerza de la ilusión: Atlanta ganó un partido clave y demostró que puede pelear el campeonato. Derrotó al todavía único líder, Deportivo Morón, y se puso como escolta, a un solo punto de la cima. La película tuvo tensión, fue intensa, pero terminó con un final feliz: victoria agónica en tiempo de descuento y ratificación de la histórica paternidad bohemia sobre el conjunto del Oeste.
En un encuentro muy peleado, en donde corría la sensación de que cualquier error podía sentenciar a uno de los dos equipos, Atlanta tuvo su merecido premio por intentar buscar el triunfo desde el primer hasta el último minuto. El conjunto de Otta vino al Gran León a llevarse de un partido difícil un punto que le permitiera seguir cómodo en la punta. Con ese objetivo, usó todas las artimañas conocidas en el fútbol. Se dedicó a hacer tiempo sistemáticamente, sobretodo en la segunda etapa y en momentos en que se vio acorralado. En cuanto al fútbol, arriesgó muy poco. Buscó tener la pelota pero sin profundizar. Tal es así que no pateó una vez al arco, en parte por su mezquindad, pero también por la gran tarea de la defensa bohemia, que junto con Agustín Gómez mostraron una bienvenida seguridad en los últimos dos encuentros (justamente terminaron con valla invicta).
Atlanta fue puro fútbol. No apareció el fútbol que sigue ausente desde hace ya varios partidos, pero sí se notó que los jugadores salieron a disputar cada pelota como si fuera la última. El local entendió que estaba jugándose una final. Con una gran actitud y un despliegue físico notable, el equipo de Ruiz supo hacerse protagonista en distintos tramos del partido. En el segundo tiempo empezó a sumar las chances más claras. El tiempo se agotaba y parecía que Atlanta no había podido aprovechar sus mejores chances para ganarlo. Para colmo, varios jugadores estaban cansados por el enorme sacrificio, y el equipo no tenía resto para seguir presionando. Ruiz se demoró con los cambios que debía haber hecho para renovar las energías del equipo. Sin embargo, todavía quedaba un restito cuando en el tiempo de descuento apareció Diego Dorregaray para marcar el gol que hizo explotar las gargantas bohemias.
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