Después de un largo parate, pareciera que el tiempo no hubiera pasado. Atlanta comenzó la segunda rueda no con la contundencia y la potencia con que había empezado la primera, sino con el desconcierto y las dudas con que la terminó en diciembre. Por el rival y la situación del equipo en la tabla, la conclusión es que perdió dos puntos al empatar como local ante el débil Colegiales. La realidad es que el desarrollo del partido le fue sumamente desfavorable, y terminó salvándose de no irse con las manos vacías en la vuelta del fútbol argentino.
El Bohemio mostró dos caras futbolísticas en cada tiempo. En el primero, su lado más oscuro. Sin juego, sin ideas, sin dominio de la pelota y ofreciendo muchas ventajas atrás. Colegiales aprovechó y se puso 1-0 con un remate de Scatularo. Si la derrota parcial y la imposibilidad de crear peligro eran ya grandes obstáculos para pensar en buen resultado, ¿qué se podía esperar luego de la insólita expulsión de Pons? El delantero volvía después de casi un año tras su lesión ligamentaria y no pudo terminar el primer tiempo. Los hinchas no podían soñar con una inspiración del goleador del campeonato de transición 2016.
Todo pintaba para desastre. Sin embargo, en el segundo tiempo hubo un cambio importante en la actitud del equipo. Se afirmó atrás y fue a buscarlo con más ímpetu que fútbol. Pese a la desventaja numérica, hizo un esfuerzo enorme y apretó al conjunto visitante. Dorregaray, ingresado en lugar de Sánchez, inventó un gol gracias a su astucia, su empuje y su fe. Con el 1-1 y Atlanta agrandado se podía pensar en una heroica victoria. Pero pronto se hizo sentir el gran esfuerzo físico realizado y el equipo de Ruiz se fue quedando, retrayéndose. Había que conservar el empate. Colegiales, con más resto físico, fue el que intentó llevarse el triunfo.
La igualdad fue justa. Atlanta no pudo empezar el 2017 con una victoria y sigue empantanado en sus propias lagunas.
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