martes, 23 de agosto de 2011

El Comentario Real: Atletico Tucuman-Atlanta

ZAMBITA TUCUMANA

Aquí reanudamos, mi fiel escudero, nuestra interminable aventura de seguir a la noble escuadra bohemia, hasta los lugares más remotos de nuestra geografía.
Y así llegamos entre carretas cañeras que cruzan la laguna, tras un largo peregrinaje de casi mil trescientos kilómetros con nuestros fletes parejeros extenuados, hasta la cuna misma de la patria y la patria de la más grande de todas: la Negra Mercedes.
Y nos arrimamos en la fría tarde dominical al imponente estadio Monumental de Atlético Tucumán para ver a nuestros gallardos jugadores en un desafío más que arduo, ante el buen equipo de estos pagos del Tafí.
Estaba claro que la cruzada era harto difícil, porque los celeste y blanco tenían sobre nosotros una marcada paternidad y nunca le habíamos podido sacar al menos un puntito en toda nuestra larga vida, y además están ducho en la divisional y se hacen inexpugnables, aquí en el mismo Jardín de la República.
Así que nos juramentamos que si rescatábamos un empate en semejante escenario lo íbamos a festejar con empanadas y vino en jarra, una guitarra, bombo y violín. Ni que hablar sí se nos daba el albur de una victoria.
El once de los atlantes -que saltó al campo de juego, sin un mísero aplauso que lo acompañe, más que el de los pocos bohemios que logramos infiltrarnos y, le brindamos desde el silencio de nuestros corazones- fue el siguiente: El Gran Don Rodrigo Llinás en la valla; cuatro en la defensiva: Pajón, el lungo Milán, Cherro y Juampi Segovia; el medocampo con el hábil Aparicio volcado sobre derecha, el poeta Galeano y Lorefice en el círculo central y Lugo por izquierda; arriba el Pollo Soriano y el polaco Bielkiewcz.
Comienza el combate, pase en profundidad del pulgón Rodríguez a Martínez, Segovia que lo toca abajo y penalazo. El soplapito Trucco que estaba en Babia cobra al revés y amonesta al delantero de los norteños.
Pasado ese sofocón, Atlanta se planta bien en el terreno y trata de quitarle la pelota a los dueños de casa, con toques cortos, al ras del piso, estableciendo un circuito entre sus cuatro volantes a los que se suma por momentos Andrés y se desprende en otros Aparicio tratando de invadir área enemiga.
Pero de a poco los tucumanos empiezan a tomar la iniciativa con Espíndola por izquierda y el chiquitín Rodríguez más tirado hacia la derecha, encarando hacia el centro. En el medio Barrado gana más de lo que pierde en la porfía con Lorefice, con la colaboración de Montiglio y Fermani.
Atlanta no se desespera y se prepara para aguantar la previsible embestida de los atléticos. Y a partir de los 10 ó 15 minutos, Rodríguez agarra la batuta y mete pases punzantes detrás de Segovia y Pajón y la cosa se complica seriamente.
Entonces aparece el Don Rodrigo para amargarle la tarde al Decano, que por momentos daba clase. Salva una parva de situaciones, algunas de forma magistral, otras acompañado por diosa Fortuna y otras porque los delanteros rivales tienen menos definición que un televisor en blanco y negro.
Atlanta resistía ordenadito, con un Milán que se fue asentando y pasó a ser lo mejor de la zaga villacrespense, con Lorefice y Galeano pegándose un poco más a los defensores y Andrés Soriano peleando en todo lo largo y ancho del campo de batalla. Eric Aparicio volvía a mostrar destellos de su calidad aunque con inmensas lagunas y Bielkiewicz tratando de convertirse en la referencia de ataque.
El 0 a 0 en el primer tiempo fue un milagro que debe computarse a la obra de San Rodrigo.
El segundo tiempo, todo siguió sin mayores variante, aunque el conjunto bohemio fue ajustando la marca y si bien el dominio siguió siendo tucumano y Llinás continuaba haciendo horas extras, este terminó por diluirse, no sin antes pegarnos un par de sustos como un sablazo de la Pulga que estalló en el travesaño y más tarde un cabezazo del mismo enano maldito que pegó en un poste y tras un borbollón quedó en manos del guardapalos bohemios.
Atlanta siguió sin perder la línea y la ofensiva local se fue transformando en impotencia.
Con Abel y Guzmán en cancha, y aprovechando algunos buracos en la defensa decana, el elenco porteño dispuso de algunos contraataques, que no pasaron de ser buenos intentos (el más claro una pelota robada por Guzmán cuyo pase le quedó muy atrás a Andrés que entraba para definir).
Finalmente, el árbitro puso fin al sufrimiento, y decretó un empate que tiene ribetes históricos, que vale un kilo de azafrán en hebras y que es un paso adelante muy importante para este Atlanta, que deberá librar un lucha denodada para afianzarse en esta divisional tan competitivas.
Y ahora mi fiel escudero, a cumplir con lo prometido: a festejar el punto con empanadas, un buen semillón y Lunita Tucumana.

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