En los últimos años, la decadencia de los clubes grandes del fútbol argentino y el ascenso de los más chicos hizo creer a los que se quedaron atrás que era posible volar más alto. Los hinchas de Atlanta vimos a Argentinos, Banfield, Lanús y Arsenal salir campeones, a Tigre, Chicago y All Boys varias temporadas en Primera. ¿Y porqué nosotros no? Las exigencias son cada vez más altas: los hinchas han visto un club recuperándose y creciendo en la última década pero quieren torcer el destino de tercera división al que nos hemos acostumbrado los últimos 30 años.
Después de la mala experiencia que significó el mecenazgo de Broda en los 90 y los primeros años de este siglo, está claro que un proyecto ambicioso debe apoyarse en recursos genuinos y propios. Todo Villa Crespo parece coincidir en que los aportes externos de un inversor no son la solución sino que la clave está en ordenar las finanzas, aumentar la masa societaria y explotar los recursos propios. En este sentido, los ejemplos de casos exitosos de este tipo son pocos. Tigre tiene a Massa, All Boys a Bugallo. Argentinos, Banfield, Lanús y Arsenal tienen o tuvieron un peso importante en AFA. Lo interesante es que algunos de estos casos testigo muestran cómo el éxito no sustentado en recursos propios puede significar un duro golpe cuando se terminan las bondades del benefactor, sea éste político o económico. ¿Qué será de Tigre sin Massa o de Arsenal sin Grondona? Ya lo supo Atlanta cada vez que Broda abandonó el barco. Le cuesta mucho a un club salir de un esquema en donde se acostumbró a los favores políticos o a los aportes financieros mensuales de un mecenas. Pero es el único camino sustentable hacia un proyecto serio y duradero. La gran pregunta es si realmente se puede, si hay lugar en este fútbol argentino corrupto para un club que quiera crecer por su propia cuenta, por las buenas.
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