No será un partido cualquiera el del próximo sábado ante Flandria en Villa Crespo. Sergio Rondina enfrentará a su ex-equipo cuando está atravesando un momento delicado en su actual club: lleva un punto obtenido en tres partidos jugados, el equipo está respondiendo muy por debajo de las expectativas de los hinchas, y el crédito del técnico es cada vez menor. En el fútbol actual, la paciencia es escasa. Rondina lo sabe, conoce el descontento de los hinchas, y es consciente del peligro que corre su cargo si no obtiene un resultado positivo el próximo sábado.
El Huevo enfrentará su destino paradójicamente al mismo tiempo que se reencontrará con su pasado, que al fin y al cabo lo trajo a Villa Crespo. En Flandria hizo un buen trabajo y salvó al equipo del descenso pero en definitiva terminó en la mitad de tabla. Para armar su plantel en Atlanta de cara a la temporada 2012/2013, Rondina hizo una apuesta fuerte: se la jugó por la base de su Flandria, con la llegada de Gagliardo, Parentini y Ferreiro. Es decir, el arquero, el cinco, y el conductor del juego. Cierto es que no es de Rondina la totalidad del armado del plantel. Para empezar, hay un presupuesto, y el técnico debe adaptarse a ese presupuesto. Claro está que el presupuesto bohemio está lejos de los más altos y por eso el club no puede competir en cuanto a promesas de sueldos con rivales como Morón o Platense. Prueba de ello es que la mayoría de los jugadores que vinieron son juveniles, o provienen de una categoría inferior, o no forman parte de lo más destacado de la Primera B Metro.
Sin embargo, son decisiones. Y Rondina decidió apostar por sus hombres, pese a que no venían precisamente de integrar un equipo protagonista. Puede salir bien, o puede salir mal. Si ocurre lo primero, seguramente los sabelotodo rescatarán la humildad, el trabajo y el hambre. Si el barco no se endereza, podrán decir que se armó un equipo para, a lo sumo, naufragar en mitad de tabla.
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