sábado, 18 de junio de 2016

El último campeón en perspectiva

Desde el descenso en 2012, Atlanta peleó por la vuelta al Nacional en cuatro de los cinco torneos disputados, aunque seguramente nunca estuvo tan cerca como esta última chance en que se quedó a un gol del campeonato. Con distintos planteles, técnicos y propuestas futbolísticas, el resultado ha sido el mismo: la frustración de quedarse en la puerta del ascenso. En momentos así, es inevitable mirar hacia atrás, a aquella temporada 2010/11 mágica en la que todo resultó bien y Atlanta pudo coronarse campeón, logrando el deseado sueño. ¿Qué hicimos bien entonces y qué estamos haciendo mal ahora? Son interrogantes difíciles de responder, sobretodo cuando se analiza en perspectiva el título obtenido ya hace cinco años.
En definitiva, hoy parece difícil de explicar que aquel equipo haya ganado el ascenso con tanta comodidad, de punta a punta, prácticamente sin dejar dudas. Para empezar, no era un campeonato sencillo, con rivales de bajo nivel como ocurrió por ejemplo este último torneo. Había varios rivales de peso en la categoría. Segundo, no podemos decir hoy que Atlanta haya contado con una calidad y jerarquía de jugadores excepcional. La carrera de aquellos ídolos del 2011 distó de ser lo que se esperaba. Seguramente en aquel momento muchos hinchas nos ilusionamos con que las figuras de la Primera B pudieran brillar también en el Nacional, y soñamos con seguir los pasos de Tigre o All Boys. ¿Cómo no hacerlo? Habíamos sido campeones indiscutibles, y veíamos que era la oportunidad de volver a la élite. Pero aparentemente los jugadores no eran lo que imaginábamos. Tal es así que la gran mayoría continuó su carrera en la Primera B, incluso en clubes sin protagonismo. La gran excepción, irónicamente, fue la de Pasquini, suplente en 2011 y hoy asentado en el campeón del fútbol argentino. Si aquellos monstruos que les ganaban a todos los rivales con que se cruzaban, en todas las canchas, no eran las estrellas que parecían ser, ¿la clave estaba en el banco? ¿En alguna dirección adecuada que ordenaba las piezas de forma armoniosa como en una orquesta? Javier Alonso, el DT que llegó en silencio al cargo, continuó una carrera aun más opaca que sus dirigidos. Increíblemente, el técnico que logró que sus hombres jugaran tan bien al fútbol, tuvo pocas oportunidades y demostró poco.
¿Fue todo una casualidad? ¿Una alineación de planetas en el Universo? No es intención desmerecer aquel campeonato sino todo lo contrario. Los mellizos Soriano, Mancinelli, Llinás, son ídolos, y aquel plantel conformó un equipo exitoso que le dio una gran alegría al pueblo bohemio. Que no sólo ganó, sino que gustó e hizo ilusionar en grande. Pero no nos ayuda a develar el misterio, la incógnita de lo que necesita Atlanta para volver a conseguir un ascenso. Quizá haya sido importante para la conformación de aquel equipo campeón el hecho de que se haya armado lentamente, a lo largo de dos o tres años. Llinás, Cherro, Arancibia, Segovia, Galeano, Guzmán, Andrés Soriano, eran la base a la que se sumaron Mancinelli, Ferragut, Pogonza y Abel Soriano para darle más jerarquía y generar sociedades que no eran nuevas, como Ferragut-Pogonza o Soriano-Soriano. Claro que para que la cocción a fuego lento fuera posible Atlanta debió comerse dos campeonatos consecutivos sin clasificar al Reducido. En estos últimos años, en cambio, las frustraciones de quedarse en la puerta del ascenso se han sufrido por partida doble, ya que las buenas actuaciones individuales han atraído el interés de clubes de categorías superiores, por lo cual Atlanta debió afrontar cada temporada el desafío de empezar un nuevo proyecto, con muchos jugadores nuevos. Son muchas veces los tiempos de crisis los que dan oportunidad para los cambios y el surgimiento de nuevos paradigmas. 

martes, 14 de junio de 2016

Momento de balance

Se nos escapó un corto torneo de transición y también culminó el corto ciclo de Aníbal Biggeri como DT de Atlanta. En poco tiempo, nos ilusionamos con dos ascensos, pero nuevamente las ilusiones se transformaron en frustración, y ahora la revancha deberá esperar una temporada completa, con un nuevo entrenador. Los números de Biggeri en el banco bohemio son muy buenos, con una alta efectividad de puntos obtenidos. Llegó a finales de la temporada 2015 para reemplazar a Sialle y con el objetivo de levantar a un equipo que había mostrado poder de gol pero también una gran irregularidad. Ya la posibilidad del título era remota pero la idea era apuntar al Reducido. Biggeri casi no metió mano en el equipo pero sus dirigidos experimentaron un envión anímico y un fortalecimiento futbolístico. Atlanta llegaba entonado como el gran candidato a ascender por el Reducido, pero una fatídica noche ante Almagro cortó muy prontamente el sueño de ascenso.
Lamentablemente, para afrontar el torneo de transición 2016, Atlanta sufrió importantes bajas en su plantel. Los mejores jugadores, con excepción del emblema Mancinelli, partieron hacia clubes de categorías superiores, dejando un plantel diezmado. Había que rearmar todo de cero, y con un torneo muy breve esperando. Pese a contar con un presupuesto elevado, no se armó un plantel de la jerarquía esperada. Quizá el mayor error de Biggeri en Atlanta haya sido el armado de la plantilla, aunque luego demostró también su capacidad para sacarle el mayor jugo posible al pobre material disponible. En las primeras fechas pagó muy caro el tener un equipo totalmente nuevo. Lo pagó con varias derrotas que luego costó remontar. Aun con grandes limitaciones futbolísticas, Atlanta encontró su lugar. Con mucha entrega y compromiso, logró convertirse en el equipo más goleador del campeonato. Acumuló sufridos y ajustados triunfos que le permitieron meterse en la pelea. En un torneo mediocre, primer animado por Fénix, luego por Colegiales y por último por Flandria, el Bohemio no encontró el camino para hacerse con la punta pero llegó a la última fecha con chances de superar a su rival en la cima y ser campeón. Le faltó apenas un gol pero también un abismo.
Entre las individualidades, las figuras más destacadas fueron las de Losada, Mancinelli y Pons. El  joven arquero empezó con dudas pero demostró seguridad y temperamento. Mancinelli, el ídolo, fue muchas veces el alma del equipo y el principal argumento ofensivo. Pons se lesionó en su mejor momento, cuando era el goleador del campeonato. Quizá, otro hubiera sido el resultado final de haber tenido a Pons hasta el final. La delantera fue uno de los puntos más flojos. Olego mejoró su rendimiento en la segunda mitad del torneo pero no hubo reemplazo posible para Pons. En el medio, Marrone se ganó el puesto de volante central recién en las últimas fechas. Cardozo fue irregular, y Rodríguez se puso al hombro la responsabilidad de conducir y asociarse con Mancinelli, aunque con intermitencias. A Atlanta le faltó fútbol. La defensa por su parte fue por momentos el sector más flojo del equipo, pero se afirmó hacia el final gracias a la solvencia de la dupla central Alonso-Otermin. El uruguayo Pérez dejó una buena imagen final por su garra, pero no cumplió en general una buena labor defensiva. 
Ojalá pueda mantenerse la base de un equipo que estuvo ahí de obtener el ascenso, manteniendo a los jugadores más importantes. Sin embargo, son necesarios también refuerzos, en lo que respecta a los marcadores laterales, un volante central, un volante creativo y delanteros. Todo dependerá también de los gustos del entrenador entrante. Los demás estaremos ahí como siempre hemos estado.

domingo, 12 de junio de 2016

ATLANTA 0 FLANDRIA 0

No pudo ser. Esta vez no pasaron cosas raras, no hubo maderitas ni lesiones ni bloopers. Todo se definió adentro de la cancha de fútbol, como debe ser. Afuera, las dos tribunas y la platea fueron una fiesta. Todo el pueblo bohemio se acercó ilusionado ante la posibilidad del ascenso. Explotó el León, pero al fútbol lo juegan 22 jugadores. La historia, el nombre, la gente, no pesan. Y en la cancha Atlanta no hizo los méritos suficientes para ganar el partido, para convertir el gol que le diera las llaves del ascenso. No hubo nada extraño, nada fuera de lo común: el conjunto de Biggeri mostró las mismas virtudes y los mismos defectos que a lo largo de todo el campeonato. No se puede reprochar la entrega, el enorme corazón de este equipo que supo reponerse de grandes adversidades para llegar a esta última fecha con esta chance de campeonar. Ni la lesión del goleador Pons ni la falta de riqueza en un plantel limitado impidieron que Atlanta renunciara a su sueño. Quizá, al final, le faltó ese plus, esa diferencia que permite el desequilibrio, para imponerse y lograr la victoria del campeonato. 
Del partido poco se puede analizar. Se jugó como una verdadera final, o sea, muy poco. Muy poco cualitativa y cuantitativamente. Porque el juego se hizo muy trabado, accidentado, cortado. Flandria vino a hacer su negocio de mantener el cero, y acudió a todas las artimañas posibles para hacer pasar el tiempo y frenar el empuje local. Todo lo que le permitió el tibio Mastrangelo, aunque sin jugar sucio. Atlanta chocó con sus propias limitaciones futbolísticas y contra una defensa inexpugnable. Muy poco intentó jugar el Bohemio. Mucha voluntad, muchas ganas, pero no alcanzó. La actuación de Griffo y de la defensa visitante fue perfecta. El Canario, que jugará en la B Nacional por primera vez en su historia, dio una verdadera lección de fútbol al pueblo bohemio. Algunos ingenuos hinchas de Atlanta piensan que jugar bien es acumular delanteros, arriesgar y atacar locamente, respetando supuestamente la histórica tradición ofensiva de un equipo grande (justo Atlanta que se hizo grande como laboratorio de Zubeldía). Fuimos el equipo más goleador del campeonato y Biggeri es injustamente acusado de cagón. Si su equipo jugaba como Flandria le pegaban una patada en el culo en Atlanta en la primera fecha, porque nosotros somos grandes, ¿se entiende? 

domingo, 5 de junio de 2016

Una práctica fascista

Desnudar, humillar y golpear entre decenas de personas a un joven menor de edad puede ser tildado por algunos como un acto de cobardía. Seguramente lo sea, aunque la calificación de cobarde esconde también la legitimación de cierto código implícito de la administración de la violencia, validando por ejemplo la pelea en "igualdad de condiciones" como un modo natural de dirimir los conflictos en la sociedad. En el fútbol, este código se enmarcó históricamente en "la cultura del aguante", que tuvo su apogeo a partir de los años '80 y que perdió vías de expresión con las recientes medidas de prohibición. Ahora bien, ¿en qué cultura se enmarca este acto cruel, salvaje, que presenciamos en el estadio de Platense? La imagen era brutal. Decenas de hinchas locales descargando su ira contra algún hincha infiltrado que habrá cometido el ingenuo pecado de deschavarse. Nada justifica lo que ocurrió después. La golpiza y la humillación fueron tan lamentables como los gritos de aliento hacia los agresores que partían desde la misma platea, desde el mismísimo sector de prensa. 
Lo que se vio fue un acto plenamente fascista, digno de la Alemania nazi o de las fuerzas represivas del Estado durante la última dictadura argentina. El goce en la tortura. El deseo de la aniquilación de una minoría indefensa por parte de un colectivo que intenta justificar su propia conducta mediante la culpabilización. El chivo expiatorio. Lo más enfermo y aberrante del género humano. 

PLATENSE 1 ATLANTA 2

Un partido increíble ganó Atlanta en Vicente López, para llegar a la última fecha con la seguridad de que un triunfo garantizará el ascenso, sin depender de otros resultados. Será una gran final, en Villa Crespo, frente al sorprendente Flandria, que con un empate festejará el campeonato. El Bohemio necesita ganar para hacerle honor a su historia y lograr la hazaña, de la misma manera que tenía que ganar hoy de visitante frente a Platense y lo logró. Con angustia y mucho sufrimiento, en un partido para el infarto, el Bohemio se llevó una victoria histórica.
Ya sería repetitivo decir que a este equipo le falta mucho fútbol pero le sobran un enorme corazón y unas ganas tremendas de ascender. Hoy dio una nueva muestra de personalidad al dar vuelta un partido muy complicado. Platense ya no jugaba por nada pero quería arruinarle la fiesta a Atlanta. El gran gol de tiro libre de Quiroga puso cuesta arriba el trámite bohemio. Desde la lesión de Pons, al conjunto de Biggeri le cuesta convertir las situaciones que genera. Con la obligación de asumir protagonismo viéndose en desventaja, fue apretando, arrinconando a su rival. Cardozo tuvo la más clara en el primer tiempo, solo en el área chica. Por la inefectividad de los delanteros, lo mejor en ofensiva venía de la producción de Mancinelli y Rodríguez, los jugadores de mayor aptitud futbolística. Empatarlo parecía misión imposible, mientras en las esporádicas contras Platense amenazaba con liquidarlo. Por lo menos Flandria seguía sin poder ganarle a Almirante y las chances de Atlanta en el torneo seguían vivas, pese a la derrota.
Probablemente un símbolo de este Atlanta flojo de fútbol pero gigante en voluntad sea el uruguayo Pérez. Tosco pero comprometido, el lateral izquierdo tuvo su mejor partido en el club. Las peleó todas, estrelló un tiro libre en el travesaño y convirtió el gol del empate, de derecha, cuando faltaba poco para el final. Ahora había que ir por todo. Los de Biggeri buscaron el segundo y Lupani le cobró penal a López, tras tantos reclamos de penales anteriores. Mientras llegaban las noticias del agónico gol de Flandria, obligando a Olego a convertir el penal para que Atlanta siguiera en carrera. El goleador no falló y desató el delirio del Bohemio, que en pocos minutos, sobre el final, estaba dando vuelta el partido.