jueves, 29 de octubre de 2009

El Commento del Marques: Almagro 1 - Atlanta 1


AGARRÁMELA CON LA MANO

¡No debe haber cosa más dolorosa, mi fiel escudero, que a un pintor le roben su obra maestra que le ha costado tanto tiempo de trabajo e inspiración, que a un jardinero su flor dilecta, que a un luthier su instrumento artesanal! ¡Y que a Atlanta le roben los goles que le cuesta un huevo y medio convertir!
Y eso ha sucedido anoche y no ha sido sólo uno, sino dos los tantos hurtados debido a la presbicia del linesman y la miopía del umpire Vigliano (“agarrámela con la mano”, digamos para estar a tono con la mediocridad de esta tierra maradoniana).
Lo cierto que en la noche del martes, Atlanta debió retirarse con tres puntos en el bolsillo de las tierras allende a la frontera noroeste de la ciudad y apenas terminó acariciando un tibio empate que -aún de visitante- fue más castigo que premio.
Digamos para no ilusionar vanamente al atlanterío, que el equipo que otrora defendiera el Dr. Arturo Frondizi, es una banda con unos cuantos gerontes que más que jugar al fútbol sobre la raleada gramilla del estadio almagrero, deberían practicar el golf en el verde césped de los links aledaños.
El entrenador del team porteño casi no cambió nada de la formación táctica que presentó ante el Gallo, apenas unos días atrás. Salvo que a Pinocho Marecos lo mandó a la platea y a lo sustituyó por Galeano. Así quedó conformada la gloriosa entidad fundada un 12 de octubre de 1904: En el arco y como esperemos sea para toda la eternidad, Don Rodrigo Llinás. Los tres defensores fueron Nico Cherro, el salteño Arancibia y Segovia. Cuatro volantes con el petizo Lolli, el rutilante Rutili, el apacible Catalán y el mentado Galeano. Como enganchador el sucesor de Bochini, Miguel González, y los delanteros fueron el torito Guzmán por afuera y Sosa rondando el punto del penal.
Como viene aconteciendo normalmente, empezó mejor el visitante que se adueñó del balón y se la entregó al Mágico para que éste le diera el mejor de los destinos.
No había transcurrido mucho cuando el requerido por el Tolo Gallego recibió un pase de Guzmán en centro del área y aconteció el milagro impensado: ¡Otra que la resurrección de Lázaro!!Otra que la aparición de la Virgen de Lourdes!¡Otra que un hijo de Michel Jackson! ¡Gol de Atlanta! Y como sí fuera poco de jugada.
Superado el asombro, con el acontecer de las acciones se fueron aclarando las cosas para dejar en evidencia que el milagro no era tanto. Lo imposible y extraño es no hacerle un gol a esta defensa tricoloreada, que es una obra maestra del terror digna ge Boris Karloff.
A partir de allí Atlanta comandó sin sobresaltos lo trámites partidarios y Don Rodrigo pasaba su primera noche apacible desde que recaló en el tanguero barrio de Villa Crespo.
Porque la defensa controlaba sin problemas las intentonas del abuelo Yaqué - que como todo anciano cuando el cuerpo no responde, recurre a la lengua y se la pasó todo el tiempo tratando de manejarle el partido al árbitro- Liderados por Arancibia, Cherro con grandes dificultades y Segovia con muchas menos se encargaban de frenar los escasos impulsos almagreros unos metros antes de la media luna bohemia.
Unos pasos más adelante, el rutilante Rutili exhibía su calidad y sapiencia para patrullar la zona céntrica, seguido de cerca por el pachorriento Catalán.
Por las bandas, Lolli se ofrecía como alternativa de ataque y en el lado opuesto, no aparecía tan punzante el pibe Galeano.
Guzmán estaba inspirado a la hora de superar a los troncos que lo marcaban, pero no tanto a la hora de definir y así desperdició tres oportunidades (de esas que poco abundan), dos por morfón y la tercera ineficacia. Sosa en tanto se movía inquieto, esperando vanamente algún pase que le permitiera anotarse en la insigne galería de los goleadores bohemios.
Pero en un descuido, el único jugador enemigo que sabía algo, Vinaccia, aprovechó un descuido y, cuando nadie lo esperaba, se escapó por la punta derecha y batió al arquero atlante.
Con este excesivo premio para los almagreros y no mucho más para contar, se acabó el primer tiempo.
En el segundo, el entrenador local debió quemar rápidamente las naves, ya que los vejestorios se le caían a pedazos y a los quince minutos ya había agotado los tres cambios. Entre ellos el ídolo tricolor Yaqué y el rubio Figueroa que algo aportaba en el medio campo.
El complemento se desarrollaba en un clima de paridad y amistad, con un medio campo superpoblado, donde la estrella del Mágico comenzaba a apagarse, Catalán se fundía y solo Rutili continuaba como en el minuto 0.
La ventaja de tener intacta la posibilidad de cambios, no supo ser avizorada por el alineador villacrespense, que contando con tres hombres de refresco para imponer el mayor resto físico de los atlantes, sólo optó por un único relevo. Y fue un cambio valeroso: sacó un vanguardista y ubicó un volante.
Y en esos minutos finales El bohemio estrujó a Almagro contra su arco, Sosa se perdió una seguidilla de goles y, como ya fue dicho, los dos que concretó los anuló el pelandrún de Vigliano (agarrámela….).
Con el agridulce sabor por haber visto jugar mejor a nuestra querida escuadra, de haber vuelto a ver un gol después de mucho tiempo, pero a la vez cosechado un escaso punto cuando merecíamos más, nos retiramos del estadio 3 de Febrero silbando bajito.
Aunque, esta vez con la esperanza de que tal vez el despegue del equipo pueda empezar a concretarse próximamente.

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