domingo, 18 de octubre de 2009

El Commento del Marques: Susso 0 - Bohemio 0

SIN REVOLUCIÓN EN OCTUBRE

“Hay que cambiar algo, para que todo siga igual”. Il Gattopardo. Lampedusa

Realmente, mi fiel escudero, me arrimé al tan familiar estadio de los calamares que tantas veces nos diera albergue, con la esperanza de asistir a una nueva edición de la Revolución de Octubre, tal vez seducido por algunos nombres propios que durante la semana sonaron para integrar el primer equipo de nuestro querido Atlanta.
La impetuosa salida del anterior técnico -acompañada por unos guarismos que le dan a su gestión el rótulo lacerante e indiscutible de fracaso- y la asunción para tal cargo de alguien del riñón mismo del club, junto a la promoción de valores jóvenes de nuestra poca productiva cantera, me hizo suponer que estábamos ante cambios profundos e históricos.
Y debo decir que el primer tiempo de la escaramuza contra los humildes quemeros de este viernes le dieron cierto oxígeno a mis desmedidas fantasías.
Pero empecemos por el principio, que siempre es lo más aconsejable.
Para la ocasión, el Sr. Alonso no modificó la zona defensiva de su elenco que salió con Don Rodrigo al arco; Cherro, el salteño Arancibia y Segovia. A continuación y como lo hacía su predecesor formó una línea de cuatro con el petizo Lolli por el lateral derecho y el torito Guzmán por la otra franja y ubicó en el circo central a dos centrojases del más puro cuño nigrettista: Catalán y el rutilante Rutili. Los cambios vinieron en las posiciones siguientes con el Mágico como enlace, Pinocho Marecos y Sosa de delanteros- aunque el primero más retrasado y este último más de punta-. Como puede observarse Palisi, Rolón, Álvarez y Quiroga no estuvieron ni en el banco.
Decía, que el primer tiempo del combate había dado lugar a cierto optimismo y la creencia de que algo estaba por cambiar. Porque entre las 15.30 hs de la tarde y las 16.15 se jugó exclusivamente en campo acassusisano. ¡Y juro por el Altísimo que no exagero ni un ápice!
Tal disposición a hacerse del útil y de manejarlo, sea quizás, la modificación cambio más importante de la cálida y soleada jornada.
Hay que reconocer que hubo una tendencia saludable a la prolijidad y el orden, pero eso sí, el dominio quedó en los suburbios del área de Ruhl que debió limitarse a hacer vista a algún que otro tirito o descolgar centritos previsibles e inofensivos.
La hegemonía porteña se basó, fundamentalmente, en el buen patrullaje que el rutilante Rutili ejerció por la zona que debía custodiar, por su faena solidaria al auxilio de sus compañeros en dificultades y por su generosidad a la hora de distribuir el juego.
Catalán era un buen ladero pero lento como ministro de salud del Chaco y falto de fútbol. Los entrealas, Lolli y Guzmán se proyectaban bien pero se diluían como estrellas fugaces en las cercanías del banderín del corner.
A su vez, en la zona de creación, el Mágico aportaba su conocida irregularidad y los delanteros Marecos y Sosa (habrá sido un homenaje de Alonso a los recientes muertos ilustres) no encontraban huecos donde perforar, ni se mostraban francos para recibir.
Atrás los zagueros y el guardameta tomaban sol, sin saber lo que les esperaba al final.
Con la más profunda incursión bohemia de la etapa– un tiro de Guzmán cerca del palo derecho del arquero- acabó el segmento inaugural.
Los primeros minutos del complemento fueron más de lo mismo: posesión estéril del balón, falta de definición e impotencia. Hasta que los inquilinos de Vicente López se cansaron de prestarle la pelota a sus colegas y se vinieron en malón.
Como cuando el viento cambia imprevistamente de dirección en alta mar, así cambió el rumbo de los acontecimientos en el partido. La diferencia estaba, en que ellos se acercaron en serio y no en tren de bromas como los villacrespenses.
En esa última media hora sí que sudamos la gota gorda y otra vez apareció el gran Don Rodrigo como providencial salvador, ayudado por los palos, extremidades inferiores oportunamente colocadas y la diosa Fortuna – que pocas veces suele calzarse la camiseta azul y amarilla.
Hubo cambios, pero de jugadores nada más, porque ni el Martínez fue más que Marecos, ni el Pepito Castro que Sosa, ni Silva que Guzmán.
Y terminamos arribando a un nuevo empate con el marcador en blanco y la historia volvió a repetirse una vez más.
Se jugó mejor, es cierto, pero la Revolución esperada quedó por el momento, en tímidas e intrascendentes reformas.

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