lunes, 1 de febrero de 2010

La verdà de la Moilanesky: Atlanta 0 - C.Cordoba 0


Estaba todo dado para ganar. Todo preparado para que Atlanta se recuperara de su derrota en Temperley y se reubicara en la tabla de posiciones. Era la oportunidad. Fue la oportunidad. Tuvo todo a su favor para llevarse los tres puntos, pero dejó pasar el tren y debió irse con un pobre empate en cero, que poco sirve.

En Villa Crespo, enfrente estaba Central Córdoba, último en la tabla de los promedios y uno de los peores equipos del campeonato. De local, acompañado por su gente, los de Javier Alonso confiaban en recuperar la senda ganadora. El partido parecía a priori accesible y el desarrollo del juego permitió confirmar que era un encuentro ganable. Solamente tenía que llegar el gol. Solamente...

Pronto se vio que Atlanta era más que Central Córdoba, que contaba con dos puntas medianamente peligrosos –Real y Cigogna- pero mostraba un pobre nivel en el mediocampo y la defensa. Era cuestión de apretar al rival para que se desnudaran sus falencias. Sin realizar una gran producción, el Bohemio fue dominador en el primer tiempo y creó situaciones suficientes como para hacerse merecedor ya del triunfo. En el mejor momento del equipo, el visitante reaccionaba con juego brusco para parar a los jugadores bohemios, y el resultado fue que el conjunto rosarino se quedó con uno menos. Daba la impresión de que Atlanta, siendo superior futbolísticamente y con un hombre de ventaja, no podía no ganar el partido. Era cuestión de que la pelotita entrara en la red.

Todavía quedaba un tiempo para ganarlo. Una eternidad. Había confianza: con paciencia y jugando al fútbol, el gol iba a llegar. Alonso metió a Galeano por Mociulsky para aportar más juego en el medio. Atlanta tuvo a disposición el monopolio de la pelota y el Charrúa cedió sin resistencia un espacio considerable en la cancha, agazapándose en su propia área para defender el cero. Central Córdoba defendió con uñas y dientes el empate, utilizando todas las herramientas a mano, incluyendo hacer tiempo, una práctica muy conocida. Atlanta tenía la responsabilidad de crear, de jugar, de proponer. Tenía la obligación de ganar. Lo cierto es que la paciencia se fue agotando a medida que los minutos iban pasando. El equipo se fue desdibujando, deshilachando, cada vez más con el paso del tiempo. El nerviosismo y la desesperación fueron en aumento. Atlanta obviamente terminó recurriendo a los centros y los remates desde fuera del área, pero lo hizo sin precisión. Tuvo un par de chances para convertir, pero lo cierto es que el local falló tanto en la creación como en la definición. No pudo llevarse el triunfo que todos esperaban y ahora nos queda este punto con sabor a nada.

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