domingo, 16 de octubre de 2011

Un día de la puta madre

Gracias fútbol por ser como sos. Gracias por permitir lo imposible, por hacer real lo impensado. Gracias por tanta generosidad. Quién hubiera soñado siquiera con un triunfo en Jujuy luego de aquella patética despedida tras el 0-4 ante Instituto. Todo era caos, crisis. Frente a un panorama tan oscuro, no podía esperarse otro resultado que una derrota en el Norte argentino. Porque Gimnasia era potencialmente puntero, porque ostentaba un invicto de 18 partidos en su cancha, y porque no había recibido goles como local en todo el torneo. Parecía simple suponer que el Lobo jujeño seguiría el mismo camino que River e Instituto, los otros dos equipos que pelean arriba y que superaron de forma holgada a Atlanta. Ante estas circunstancias, hasta perder por poco era un buen resultado si se atisbaba una mejoría en el juego. Un empate en cero era el objetivo, casi un milagro. Pero esta vez la paradoja del fútbol le dio una alegría enorme al pueblo bohemio, que debió sufrir una de las semanas más duras de los últimos años, pero pudo desahogarse con un triunfo increíble que no estaba en los planes de nadie. Sí, 4-0 a Gimnasia de Jujuy, y de visitante. Imposible de creer.

Hubo varios cambios en el equipo después de los 11 goles recibidos. Llinás, después de defender el arco bohemio durante casi tres años consecutivos sin interrupciones, salió para dejarle su lugar al lungo Pellegrino. Atlanta perdía a su capitán y símbolo, pero que no estaba pasando por un buen momento. En la defensa, retornó desde Lanús el gran Lucas Mancinelli, quien vino a cubrir el cupo liberado por la lesión grave de Arce. Ghiso se decidió por un inmutable 4-4-2 con la idea de no regalar nada. Así, Atlanta jugó por primera vez en el campeonato con un doble cinco de marca de entrada: Pogonza y Lorefice, con Guzmán y Ferragut por las bandas. Arriba, volvió Andrés Soriano recuperado de su lesión. Y qué importante fue.

¿Cómo explicar el 4-0? Algo cambió para bien en Atlanta. Salió con otra actitud, más firme y convencido. Le jugó de igual a igual al rival. El medio estuvo más asentado, gracias a la labor de los dos volantes centrales y un buen rendimiento de Ferragut. La defensa, aunque más sólida que en los últimos dos partidos, siguió teniendo algunos problemas. Pellegrino, con un estilo peculiar, cumplió con la premisa de dejar el arco propio invicto. Arriba, Atlanta fue pura contundencia. Con un esquema cauteloso, prácticamente no atacó, pero fue tremendamente efectivo en las situaciones que generó. Aprovechó las distracciones que tuvo un sombrío Gimnasia y así fue edificando una goleada histórica. El regreso de un Andrés Soriano en su mejor nivel fue clave: con su viveza abrió y cerró el partido. Una especie de media vuelta de Aparicio y un cabezazo de Ferragut completaron los goles del triunfo.

La goleada deja obviamente muchos aspectos positivos. Antes que nada, el Bohemio logró tres puntos clave para cortar la mala racha de goleadas en contra y volver a meterse en la lucha por la permanencia, con 1,000 de promedio (luego de las elecciones nacionales se viene un duelo clave ante Brown de Madryn). El triunfo es el envió anímico que necesitaba el plantel para superar el mal momento vivido y pensar en una recuperación definitiva. Lucas Mancinelli y Andrés Soriano son jugadores de otra jerarquía que pueden darle mucho al equipo. Con el doble cinco de marca, el mediocampo estuvo más sólido, y puede ser el camino hacia el equilibrio. Guzmán también cumplió una buena actuación. Pellegrino seguirá en la mira, pero suponemos que si no comete grandes errores y los resultados acompañan le quitará el puesto al eterno Llinás. Mientras tanto, la defensa sigue sin dar garantías. Los jujeños entraron mucho por las puntas y si no convirtieron ningún tanto es porque el azar estuvo de nuestro lado. Ahora quedan dos semanas para trabajar y al menos se encararán con otro ánimo, con mayor tranquilidad, pero por sobre todas las cosas, con confianza: en Atlanta hay material para dar pelea.

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