sábado, 1 de octubre de 2011

Dulce despertar

¡Al fin llegó el triunfo! ¡Cuánto lo esperamos, cuánto que ansiábamos volver a sentir esta sensación! Tremendo desahogo el del pueblo bohemio, que festejó fervorosamente su primera victoria en el torneo. Hasta la octava fecha se hizo esperar, y fue un triunfo más que especial, debido a un contexto de fuertes emociones. Porque no sólo se ganó por primera vez en el torneo -era el único equipo al que le faltaba ganar- quitándonos una mufa y una bronca de encima muy grandes, dejando atrás todo lo que salió mal en las primeras fechas. Se ganó en La Plata, en el mismísimo estadio de Gimnasia, un rival al que si bien tenemos de hijos según cuenta el historial, pero que venía jugando en Primera desde hacía 25 años. Se ganó en el regreso al club de Jorge Ghiso, entrenador que viene a reemplazar a Javier Alonso y que pretende volvernos a dar las alegrías que nos dio en el 95. Se ganó nada menos que con un gol de Matías Castro -su primer gol- hijo del histórico Pepe Castro, otro que nos dio alegrías de la mano de Ghiso. Se armó un festejo grande en el Bosque, y todos recordamos entonces cuánto se disfruta ganar de visitante, bien de visitante.

Victoria enorme si se tienen en cuenta las circunstancias. Porque el rival no era sencillo, porque el cambio de técnico fue abrupto y Ghiso sólo pudo trabajar un par de días con el plantel. Porque la grave lesión de Arce obligó a colocar a Arancibia en la improvisada función de lateral derecho. Y porque las urgencias eran enormes: había que ganar como sea para no perder el tren de la lucha por la permanencia. Ahora, con 8 puntos, Atlanta está vivo, listo para pelear mano a mano con Desamparados, Brown, Huracán y compañía. Con semejante envión anímico, el gran objetivo es dar el batacazo ante River y quitarle su invicto.

Pero vamos al partido en cuestión, en La Plata, en donde Atlanta hizo valer la vieja paternidad sobre Gimnasia que descansaba en los libros de Historia. Cierto es que le tocó un rival desintegrado, con fuertes problemas defensivos, con pocas respuestas anímicas y futbolísticas. No por nada posiblemente haya sido el último partido de su DT, Ingrao. Gimnasia es justamente ahora un rival nuestro en la lucha por no descender. Pero no hay que desmerecer tampoco los méritos de Atlanta para ganar el encuentro

¿Cuánto cambió de la era Alonso a la era Ghiso? Uno podría pensar que no mucho. El técnico apenas pudo conocer al plantel en estos días. Pero el nuevo DT hizo un par de cambios que marcan su estilo. El planteo fue un inamovible 4-4-2, aunque con matices variables. Confió en Aparicio, que esta vez jugó de delantero (nada de volantear), y no le falló. El atrevido ex-Lanús jugó un gran partido, volviendo locos a los defensores del Lobo, y convirtió, de zurda, el 1-0 parcial. El equipo en general exhibió otra actitud y mostró una mayor fortaleza anímica. El mediocampo no cambió de nombres, pero sí mejoró el rendimiento. Pogonza se hizo dueño de la cancha. En la defensa, sin embargo, persistieron los problemas. El 1-1 parcial producto de una desatención defensiva parecía arruinar lo bueno que había hecho en ofensiva Atlanta en el primer tiempo. La realidad es que era un partido de ida y vuelta: así como el visitante intentaba golpear y generaba chances, también las sufría en el arco propio.

En el segundo tiempo, Atlanta atacó muy poco y perdió el control de la pelota. Pero los cambios que realizó Ghiso fueron decisivos. El ingreso de Cherro por Lugo solucionó la cuestión defensiva. Y luego Pajón envió el buscapié que terminó metiendo Pepito Castro para festejarlo con euforia. El hijo del Pepe volvió a demostrar que está para darle fútbol al equipo. Finalmente, Atlanta aguantó bien el resultado, ante un Gimnasia liquidado. Y se llevó tres puntos importantísimos para Villa Crespo.

Ahora se viene nada menos que el esperado encuentro ante River. Habrá que tomar las precauciones necesarias, pero no resignar el triunfo. ¿Castro y Cherro volverán a ser titulares?

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