Lo que ocurrió en San Martín el último domingo no se olvidará jamás, quedará grabado en nuestras memorias. Las noticias, reportajes y rumores comenzaron a brotar sin control desde que ocurrieron los acontecimientos, metiéndose en la opinión pública como uno de los temas de la semana, pero dentro de esta maraña de declaraciones, acusaciones y denuncias se ha generado desinformación y confusión. Hay intereses contrapuestos: están los dirigentes de Chacarita que quieren hacer cualquier cosa por desligarse de responsabilidades, y por tanto culparon no sólo a la Policía sino también a la misma gente de Atlanta. Están otros periodistas que reproducen estas ideas. Y estamos nosotros, los hinchas bohemios, que queremos que se haga justicia por lo que fue un ataque cobarde con responsabilidad de la Policía bonaerense y el Club Chacarita.
Cada uno defiende lo suyo. No se puede esperar otra cosa de Sztark y Lobato: la culpa de Chacarita, tanto de sus hinchas como de sus dirigentes, es clara, pero intentarán encontrar excusas como para que la sanción sea lo menor posible. Sus declaraciones no son más vergonzosas que su labor como dirigentes. Ellos y sus antecesores dirigieron y dirigen un club que debe ser el espejo en que no debemos mirarnos como club. Si Atlanta se trazara un objetivo a largo plazo en su devenir institucional, debería ser el de parecerse a Chacarita lo menos posible. Chacarita debe ser nuestro club antimodelo. Lo que se vio en San Martín este domingo es una lección, nos enseña qué no debemos permitir en nuestro club, qué debemos evitar y qué rumbo hay que tomar. Ciertamente Chaca siempre ha sido un club con una barra con fama de brava, y con motivos convincentes. En las últimas décadas su hinchada protagonizó importantes episodios violentos, y San Martín siempre fue una plaza difícil de visitar. Si bien ha recibido algunos castigos, también supo disfrutar de una gran impunidad, como por ejemplo aquella invasión ante la CAI en 2005, que fue premiada con un salvataje del descenso. Esta impunidad le dio a Chacarita la seguridad de poner en práctica su característica prepotencia con la cual intentó afrontar este último clásico frente a Atlanta. La idea era hacer sentir la localía de la peor forma, vil y cobardemente, superando todos los límites de la civilidad humana. Dirigentes e hinchas creyeron que esto no era un partido sino una guerra y que al encuentro no se lo ganaba adentro sino afuera de la cancha. Estaba previsto que ni los jugadores visitantes ni sus dirigentes ni sus periodistas partidarios la iban a pasar bien.
Deberán decidir los distintos organismos, la AFA, el Coprosede, si Chacarita puede seguir con su impunidad y su prepotencia, o deberá adaptarse a las leyes. De cualquier manera, sea cual sea el castigo, la lección vale igual. Atlanta debe aspirar a no ser como Chacarita, que hoy es un club destruido, regido por las barras y por dirigentes de la misma calaña. Los problemas en nuestra casa al respecto son de una magnitud mucho menor, pero no son inexistentes, y muy bueno sería que no sean cada vez mayores. Lamentablemente, así como ahora se denuncian los cantos antisemitas por parte de la parcialidad funebrera, en Villa Crespo no nos quedamos atrás con las canciones discriminatorias. Y si eso benévolamente lo consideramos parte del folclore del fútbol, no podemos dejar de preocuparnos por la apología que muchos hinchas bohemios hacen de los actos de nuestra barra. No hay que entrar en el juego de la batalla y la lógica de las barras. Hay que repudiar la violencia. Si queremos "vengarnos" de Chacarita deberá ser en el terreno legal, el de la Justicia, en la AFA, etc. Lo que debe quedar de este domingo no es el recuerdo épico de la batalla sino el justo castigo a los responsables.
1 comentario:
jajaja
corren y correran
cantos antisemitas?
no se quieren ir a quejar al inadi manga de maricones
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