En el fútbol, como en la vida, un suceso repentino y dramático puede cambiar totalmente las cosas, dejando una marca indeleble. Unos pocos segundos pueden cambiar todo el desarrollo posterior, y el destino será inevitable. Atlanta lo vivió en el choque ante Patronato en Villa Crespo. Necesitaba con urgencia un triunfo, debía ganar sí o sí porque está último en la tabla de promedios y porque era local frente a un rival en teoría accesible. Carlos Roldán fue un poco más audaz y dispuso un 3-4-3 para buscar el triunfo. El Bohemio, con más empuje y corazón que fútbol, con la voluntad de Mancinelli y la sociedad Ramírez-Aparicio, arriesgaba, atacaba, y se acercaba a la victoria, más allá de los descuidos en defensa.
Sin embargo, la pronta expulsión de Abel Soriano cambió los planes. La injusta decisión de Diego Ceballos de echar a Abel y dejar en cancha al polémico arquero visitante arruinó el partido de fútbol que se estaba jugando en el León. Una sola decisión de este impresentable árbitro impidió a Atlanta ganar este encuentro. Con diez hombres, el Bohemio debió retrasarse y pensar más en defender que en atacar. Aparicio y Ramírez quedaron solos arriba, intentando manipular la pelota entre varios rivales, pero sin presencia en el área. No lastimaron. Únicamente la enorme entrega de Mancinelli buscaba compensar la desventaja numérica.
Patronato, pese a tener un jugador más durante tanto tiempo, no se animó demasiado. Tuvo la pelota a su disposición, y por momentos buscó con mayor decisión, pero no mereció quedarse con los tres puntos. Tampoco Atlanta, que pese a que sus jugadores dejaron todo, no lograron revertir la diferencia numérica. Ni siquiera con los ingresos de Andrés Soriano y Castro.
Atlanta desperdició una importante de chance de ganar y todavía no logró festejar en lo que va del año. Ahora se viene nada menos que el clásico en San Martín, ante los exiliados de Chacarita. Otro duelo clave por la permanencia: una victoria no solamente sería importante para la tabla sino también un gran envión anímico. Pero mejor no imaginar lo que significaría una derrota...
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