Adrián Martínez es el goleador de este Atlanta versión 2017/18. Su historia es increíble, pero no es intención repetir lo que ya se dijo en otro momento en una muy buena entrevista realizada por Página/12 ni lo que se reprodujo hasta el hartazgo como nota de color en la previa del mediático encuentro ante River. Martínez llegó a Atlanta para calzarse la 9 en un plantel escaso, en el que no había mucho margen para equivocarse en la elección de jugadores. Una gran responsabilidad hacer olvidar a Dorregaray, Ramos, Altobelli y Pons, los cuatro centrodelanteros que tenía el rico plantel anterior. Adrián llegaba con un gran antecedente de 21 goles convertidos la última temporada para CADU, en la Primera C, pese a que no era el 9 de área en ese equipo.
Los primeros pasos del ex CADU en Atlanta no fueron prometedores. Los hinchas pedían traer otro centrodelantero como refuerzo urgente, y hasta Berscé lo sacó del equipo y probó con Pedrozo en esa posición. Hoy son todas flores para el goleador, que lleva anotados 7 tantos y está en una muy buena racha.
Martínez parece efectivamente un bicho raro. Quizá algo tenga que ver el hecho de que no haya hecho Inferiores, que haya estado preso por un delito que no cometió, que se haya convertido en ferviente creyente en esa estadía en la cárcel. Pareciera descontaminado de los vicios del fútbol. Vive como en otro planeta. Y juega a este deporte a su propia manera. Técnicamente, no destaca. La habilidad no es lo suyo. No tiene aspecto físico de nueve, y hasta quizá no tenga aspecto de futbolista profesional. Sus movimientos son extraños, heterodoxos. Pero compensa todo esto con un sacrificio enorme, una solidaridad incansable para entregar el cuerpo y el alma. Una gran inteligencia táctica para ubicarse en el lugar y el momento justos. Una fe divina para buscar el gol cuando todos los demás creen que está perdido. Sus anotaciones contra Tristán, Almirante, Platense o Defensores son una muestra de la flexible heterodoxia de Adrián Martínez cuando se trata de encontrarse, de alguna manera o de otra, con su amigo el gol.
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