La clave de la infelicidad está en desear constantemente lo inalcanzable. Para algunos, esto es en realidad sana ambición. En esta agridulce encrucijada se encontró el hincha bohemio cuando finalizó el partido: satisfecho por el triunfo, un tanto preocupado por un segundo tiempo en que se sufrió demasiado. Aquel que se llenó los ojos con un gran espectáculo futbolístico propinado por Atlanta en el primer tiempo y que se fue al descanso con la tranquilidad de un 2-0 a favor que parecía tener futuro de goleada, frunció el ceño en la segunda etapa, se amargó, se retorció, sufrió, y terminó respirando aliviado cuando Ariel Suárez dio el pitido final.
Después de la caída en Agronomía, Atlanta estaba obligado a ganar. Lo hizo. Volvió a la senda de la victoria y aprovechó la mala fecha de sus competidores por el título para ponerse a una sola unidad de la punta, que ocupa actualmente Defensores. El balance del fin de semana es entonces positivo. Ahora, con los tres puntos en casita podemos ponernos a hablar del juego, de lo que se hizo bien y de lo que se hizo mal.
El conjunto de Alonso mostró dos caras muy diferentes. ¿Cuál es la verdadera cara? Las dos. Todavía el equipo no ha encontrado una sólida regularidad, pero debemos admitir que los baches se van haciendo más pequeños y distanciados. Es importante remarcar que rápidamente Atlanta se repuso de la caída ante Comunicaciones y volvió a exhibir su mejor versión, más allá de su desplante en la segunda mitad. El primer tiempo fue un monólogo del conjunto local, que dominó la pelota y demostró su amplia superioridad sobre un rival endeble defensivamente, pero que compensaba con garra sus carencias futbolísticas. El Bohemio realizó una gran producción, con muchas llegadas y momentos de buen fútbol. Un tiro libre muy bien ejecutado por Ferragut y un cabezazo de Abel tras centro-taco de Andrés pusieron merecidamente 2-0 arriba a un Atlanta que se llevaba por delante a Villa San Carlos. Nuevamente Galeano se erigió como la pieza más destacada del juego bohemio, seguido por un activo Lolli y el siempre mordedor Pogonza.
Diferente fue lo acontecido en los segundos 45 minutos. Atlanta salió relajado, como es lógico suponer dada la ventaja adquirida. Pero salió demasiado relajado. Regaló la pelota, perdió el orden, perdió la dinámica, y dejó agrandarse a un rival que estaba para el nocaut. San Carlos fue creciendo y en medio de la desorientación bohemia llegó al descuento. Las caras de felicidad se iban transformando en preocupación: lo que iba a ser una goleada, ahora era un parto. Atlanta no encontró el camino y siguió deambulando por caminos peligrosos, hasta que una gran escapada de Guzmán provocó la expulsión del arquero visitante, por atajar la pelota fuera del área. Lamentablemente, nada cambió. Con un jugador más, Atlanta no jugó mejor ni supo cómo controlar el partido. No pudo liquidarlo y terminó sufriendo en cada pelotazo, en cada pelota parada. Finalmente no hubo milagro para los de Berisso, y la victoria terminó quedando merecidamente para el dueño de casa.
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