lunes, 25 de octubre de 2010

Il Commento del Marchese: Italiano 0-Atlanta 1

LA MANO DE DIOS

¡Un verdadero milagro, mi fiel escudero, el que se produjo en la fresquita tarde sabatina en las nacientes del río Matanzas, apodado desde siempre con el despectivo mote de Riachuelo! ¡Un milagro solo comparado con la supervivencia en las entrañas de las tierras de 33 mineros compatriotas del siempre recordado Marcelo Scatolaro!
Y es que ya nos disponíamos a regresar de nuestra incursión en tierra matanceras con la magra zafra de un puntito, cuando en una de las postreras aventuras bohemias en el área garibaldina, el stronzo de Martínez metió la manito, penal y a llorarle a San Genaro y al Papa Benedicto XVI.
Tres puntitos más y Atlanta que hace cumbre a esta altura del campeonato después de una ponchada de años.
Eso sí, tuvimos que sufrir como una parturienta noventa minutos para poder ganarle el partido a un Italiano que increíblemente terminó buscando el empate de local, de la mano de nuestro recordado Rubén Agüero.
Reconozcamos que el combate no vistoso, pero tampoco fue de lo peor que vimos en nuestra dilatada vida y que los peninsulares tuvieron su cuarto de hora, sobre todo en el primer tiempo, y que crearon algunas situaciones que pusieron en peligro la integridad física del arco defendido por Don Rodrigo.
El “Carancho”, que había estado presente en Villa Crespo la semana pasada, observando a su futuro enemigo, pergeñó para la ocasión, la estrategia de ahogar a los volantes auriazules, quitarle la pelota y ver lo que podía hacer el vejestorio de Saccone, que sabe mucho del arte del balompié, pero ya no les dan las tabascomo en sus años mozos.
Atlanta había salido a la cancha con su alineación ideal: LLinás; Mancinelli, Arancibia, Cherro y Segovia; Galeano, Pogonza y Ferragut; Carou y Abel y Andrés. Y trató de entrada a hacer valer sus aspiraciones de ganar la porfía.
Pero los ítalo –argentinos también salieron a por el triunfo con una actitud bastante atrevida, aunque poco imaginativa: tirarle la bola al burro de Leandro Martínez para que la aguante y pivotee, que Rodas se encargue del trabajo sucio y que el Lobo Saccone trate de ponerse el equipo al hombro encabezando todos los ataques.
Los villacrespenses le costaba agarrar la manija del cotejo, ya que el patagónico Carou se entregó mansamente a la pegajosa marca del rubio Natalicchio, Galeano era muy intermitente y Ferragut estaba desorientado sin saber que bondi hay que tomar.
Por su parte los Sorianos no tuvieron una buena tarde, además de estar desprovistos de alimentación por parte de sus volantes.
Suerte que en el medio el rudo Pogonza paraba hasta los aviones que iban a Ezeiza y la defensa, con el centenario Cherro y el Roly Arancibia se las arreglaba bastante bien con los atacantes locales. Y las pocas veces que ellos fallaron, estuvo siempre la presencia del gran arquero de los bohemios.
En el primer tiempo fueron un poco –un poquito- mejor los europeos, pero el empate no era un disparate alocado, fruto de un mente calenturienta, si no que se ajustaba bastante bien a lo mostrado por los contendientes en la cancha.
Pero en el segundo la cosa fue distinta. Agüero en quince minutos sacó a los tres delanteros, se refugio cerca del golero oriental Flores y le regaló una hectárea de terreno a los porteños.
Y en esos últimos 45’ Atlanta pasó a dominar las alternativas, pero con muchas dificultades para abrir brechas entre las filas enemigas.
Era el reino del revés: el dueño de casa procuraba el empate y el visitante por la victoria.
Entraron Guzmán primero y luego Ferreiro. El bohemio era más pero el gol estaba muy lejano. Mucho centro, juego lateral y tiros desde afuera sin demasiada potencia. Era un empate inamovible.
Pero llegó la jugada del penal-que sí se lo llegan a cobrar en Villa Crespo a Atlanta todavía estamos puteando en italiano, idisch y arameo-.
A Abel le importó un rábano, pateó bien el penalti, gol, triunfo y al fin: ¡Punteros!
Ahora a disfrutar de haber llegado a los más alto, pero ¡atentti! Que bien dice el refrán: ¡Lo difícil no es llegar, lo difícil es mantenerse!.

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