SIN ESPINA
¡Que ansiedad tenía este sábado, mi fiel escudero, que desde la mañana temprano mariposillas inquietas me aleteaban en el estómago y mi vista buscaba las manecillas del viejo reloj de cuco, impaciente por que llegue la hora de ir a ver nuestro querido Atlanta!
Es que el rival era Platense, conducido por el emblemático Marcelo Espina, con el que protagonizamos de tantas batallas en las épocas doradas de la Primera División. Y además, iba estar en juego el liderazgo en la tabla de posiciones y el orgulloso invicto que ha convertido a nuestro León Kolbowski en un bastión inexpugnable para las impertinentes ambiciones de nuestros adversarios.
Otra prueba de fuego - esta vez ante el calamar empatador- de las tantas que deberemos sortear de aquí hasta el otoño próximo.
El escuadrón bohemio no presentaba bajas, por lo que podíamos disponer de nuestras mejores fuerzas y la mejor alineación saltó, entonces, a la verde gramilla bajo los impiadosos rayos de un febo fulgurante.
Don Rodrigo Llinás (cada vez más grande) al arco; Lucas Mancinelli, Nico Cherro, el salteño Arancibia y Juampi Segovia en la defensoría del pueblo atlante; el poeta Galeano, Maxi Pogonza y el zurdo Ferragut entre los medios, el rionegrino Carou de táctico y los mellizos Soriano para la estocada final, fueron los recurrentes once players seleccionados por el Xabi Alonso para la emergencia.
Desde el comienzo mismo de las hostilidades, se vio una Atlanta agresivo obsesionado por llegar a la valla marrón y salir airoso de la contiende, mientras por el lado de los saavedrinos estaba claro que quería volverse a su casa con el milésimo empate del campeonato.
Muy bien Mancinelli, subiendo por la derecha, muy bien Ferragut carrileando por la zurda y Andrés Soriano volviendo loca a toda la zaga enemiga, en fraternal complicidad con su hermano Abel.
Los que andaba flojitos eran Galeano que abusaba del jogo bonito y el lujo intrascendente y Pogonza que no exhibía su firmeza habitual y una defensa que últimamente aparece un poquito nerviocilla. Menos mal que Cherro estaba en un día de inspiración y despejaba cualquier duda que podían tener sus camaradas del sector.
En ese primer tiempo, Atlanta superó con autoridad a los calamares y en media hora creó tres situaciones clara de gol que el guardameta Noy frustró con maestría.
Pero cerca de los cuarenta, fruto de un jugada elaborada en el laboratorio del coach Alonso, Ferragut envió un centro que Segovia de cabeza se la puso el centro del área a Abel que con un tetazo la mandó adentro. Gol, que traduce una ventaja clara como el agua clara y que no admitía discusión alguna.
Poco después terminó el primer tiempo y para el segundo Espina mueve el avispero, pone a un tal Lanzini y los de Vicente López mejoran un poquito.
Aunque no tanto por mérito propio, sino porque Atlanta pierde el dominio de la pelota y deja agrandar a un Platense que estaba más muerto que vivo.
El partido se hace emotivo y un poco más parejo, pero ahora es al dueño de casa al que le toca sufrir más de un soponcio. Suerte que -como ya se dijo- Nico Cherro corregía cualquier macana y si no, el Gran Don Rodrigo está siempre listo cuando se lo necesita.
Del medio campo en adelante, Ferragut era el que trataba de manejar mejor el balón y los tiempos, cuando ya Carou se había extinguido y Galeano perdía demasiado ante los volantes marroniles.
Faltando media hora entra el lanusero Álvarez por el enganche Carou y a cuidar el resultado y esperar el ocaso de la tarde.
De a poco las cosas se van equilibrando y los ímpetus del visitante se aquietan para llegar a los 95 minutos, ya con el cotejo disputándose en campo adversario.
Por fin llegó el pitazo, fiesta en el barrio del conventillo de La Paloma, con un Atlanta puntero y ganador y todo el bohemiaje enfervorizado
¡Como cambia la vida en poco tiempo! Ahora ganar se ha hecho costumbre y sábados empezamos el día cantando como en los dorados años 70: A LA CANCHA CONTENTO VOY, PORQUE ATLANTA VA A SALIR CAMPEÓN!
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