SALUDÁ A PAPÁ PUNTERO!
¡Aquí estamos, mi fiel escudero, en la altura del Olimpo, cerca de Dios y rodeado por ángeles celestiales, de donde podemos contemplar desde arriba el prosaico devenir de los aconteceres mundanos!
Punteros absolutos, después de haber arremetido por los palos y en un rush victorioso, haber dejado a nuestros inmediatos competidores con la imagen dibujada en nuestros espejos retrovisores.
Y eso que este sábado, la cosa vino brava y por momentos, un repeluz de inquietud se deslizó a lo largo de mi columna vertebral dándole un toque de frescor a la tórrida tarde sabatina.
Porque hubo que gastar paciencia y saliva, para dar vuelta un partido chivo ante nuestro hijo moronista, que se llegó a la calle Von Humboldt con las peores intenciones de arruinarnos la fiesta.
Los bohemieros estaban exultantes, ya que los pincharratones habían perdido en Belgrano y no quedaba otra que ganar o ganar para llegar a la cumbre, quedar solos como Edmundo Hillary en la cima del Himalaya.
Repasemos la feliz jornada: El Xabi Alonso debió reemplazar de urgencia al patagónico Carou con problemas en sus fibras musculares, y optó por el hijo del Pepe para su relevo, por lo que el equipo saltó al terreno de juego con la siguiente alineación: Don Rodrigo Llinás de cancerbero; Mancinelli, el centenario Cherro, el Roly Arancibia y el Juampi Segovia; el poeta Galeano, el máximo Pogonza y el zurdo Ferragut; Matías Castro entonces de enganche y los mellizos Soriano al ataque.
Rápidamente se percibió que había dos actitudes diferenciadas en cada uno de los batallones en pugna. Por un lado Atlanta intentando darle primoroso trato a la redonda, mientras que los del lejano oeste vinieron de guapos a pegarle a todo aquello que luciera colores azul y amarillo.
La primera media hora nuestros craks jugaron bien y merecieron algún golcito, ya que el Pepito distribuía bien, Galeano, cuando conseguía esquivar los patadones enemigos, toca bien para los gemelos o para las subidas de Mancinelli y Ferragut trataba de crear una huella, marcando el camino por el lado de la zurda. En el circo central Pogonza quitaba, eludía, la pisaba y se la daba redondita sus camaradas ¡Un fenómeno el gordo!
La que flaqueba un poco era la habitualmente sólida línea de zaguero. Dejaba huecos y dudaba mucho; y, precisamente, en una de esas vacilaciones se filtró un moronista y Cherro se lo llevó por delante. Penal, gol gallináceo y 1 a abajo.
¿Se repetiría la eterna historia del palo enjabonado en la cual siempre patinamos cuando tenemos todo servido para alcanzar el objetivo? Esta duda se hizo espina en el corazón del Atlanterío.
Pero el equipo no perdió la calma y siguió haciendo su trabajo, aunque le costaba hacer valer el hombre de más que tenía desde la mitad del período, y si bien el empate anduvo rondando los arrabales del jovato de Migliardi, finalmente con el cuchillo de la derrota parcial clavado en la espada, nuestros gladiadores se retiraron al vestidor.
Se reanudó el combate, con un Morón acurrucado contra su arquero, mientras que los bohemios tenían a su disposición buena parte de la llanura y del uso del útil elemento.
Pero a esas alturas buena parte del ímpetu inicial del Pepito y de Galeano se había diluido, y eran Ferragut y Pogonza los encargados de aportar claridad para buscar los caminos que conducían a las redes rivales.
Y precisamente después de un tiki- tiki que empezó el Maxi Pogonza, y que Andrés se la terminó regalando a Abel para que este ponga las cosas empardadas. ¡Justo a tiempo llegó ese golcito, porque todo se inclinaba a transformarse dominio estéril e impotencia
Y aquí la batalla dio un vuelco y se empezó a oler en la atmósfera que los villacrespenses iban a ganar el partido y que los occidentales tenían poco aguante para resistir el aluvión punteril.
Y así fue nomás, ya que un rato después el centenario Cherro conectó con su sien derecha un magnífico centro de Ferragut y liquidó el entuerto.
Lo que siguió fue una buena administración del tiempo y el espacio por los virtuales ganadores, con alguna que otra travesura de los visitantes que casi nos amargan la tarde.
Dominando y dejando girar las agujas del reloj se llegó a la última jugada, cuando a Ferragut los levantaron como zorete en pala en el momento que quería ensayar una media chilena acrobática. Otro penal y Andrés que da por terminada la tarde, para que empiece la fiesta.
Y es para festejar, mi fiel escudero: Atlanta pasó una prueba de fuego, no le pesó el compromiso, no aflojó ante la mala y ganó revirtiendo una situación muy dificultosa.
A festejar solos en las alturas: ¡Que nos vengan a buscar!
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