ANDEAMOS BIEN!
¡Dos triunfos al hilo, mi fiel escudero, y en un campo de batalla de el que no volvíamos victoriosos desde la época en que French y Berutti repartían escarapelas al pueblo reunido en la Plaza Mayor!
Es que en la noche de este martes, Los Andes estuvo lejos de ser la temible cordillera coronada de nieves eternas, angostos desfiladeros y gargantas profundas, para convertirse en una tenue serranía tan fácil de cruzar como la calle Padilla a las dos de la mañana.
El elenco rayado es un lágrima derramada –fatalmente derramada- al que, los venidos del otro lado del Riachuelo, le ganaron con absoluta claridad y si necesidad de transpirar demasiado la camiseta.
Con poner los jugadores ubicados con criterio de ajedrecista y quitarles el balón en el medio, alcanzó para complicarles la velada y desnudar todas sus falencias, que son tanta que bien se podrían usar para hacer mermelada.
El Xabi Alonso repitió los once héroes que derrotaron entre semana a Acassuso: Don Rodrigo Llinás; el ascendente Mancinelli, Nico Cherro, el salteño Arancibia y el rudo Valdéz; Chaco Guzmán, el rasposo Pogonza como único centrojás y Juan Galeano; el patagónico Carou de enganche y los mellizos Soriano para cumplir su cuota de gol, en la vanguardia bohemia.
Tras la tardía iniciación del combate, por los urbanos problemas de tránsito, Atlanta tomó el toro por las astas y jugando bastante bien, dominó a sus contrincantes, con un incipiente ejercicio de tiki tiki.
Pogonza (que es como el Citroen 2CV, porque no le gusta a nadie pero rinde), le ganaba en el circo central la porfía al mala leche de Friedrich –casi lo rompe en una jugada intrascendente- y Galeano con Carou (le faltan unas cuantas horas de vuelo) la distribuían buscando sobre todo atacar por la derecha de los dueños del Gallardón, aprovechando que Barreiro y Alarcón le dejaban el territorio totalmenteliberado para las correrías de los integrante sde la escuadra porteña.
Arriba, si bien Abel no estaba en su mejor noche, Andrés fraternalmente se las rebuscaba para romperles los gobelinos a los equinos defensores de las lomas de Zamora.
En la defensa, por su parte, todo estaba bajo control, con la supervisión de Arancibia y del portero Llinás, que lo único que hizo toda la noche fue sacar del arco.
A eso de los quince minutos, quedó una pelota boyando en el área, los hermanos Soriano miraron: “Te tocás a vos Andrés” le dijo Abel y Atlanta que pasa a ganar 1 a 0. Un resultado que se ajustaba a la más estricta lógica.
Los zamoranos trataron de hacer algo parecido a una reacción, pero Atlanta seguía muy sólido recuperando y esmerándose en tratar bien el útil cuando le tocaba el rol de propietario.
Pasada la medio hora, el salteño Arancibia, entreverado entre sus atacantes recibe el balón a un costadito del punto del penal, y con la suavidad con que se trata a una dama, la coloca lejos del vejete Cáceres y establece un 2 a 0 que los andinos no hubiesen ni soñado en levantar, hasta que Mancinelli, minutos después, mete la manito en el área y le da la oportunidad de que Churín de penal, despierte en ellos la utopía del empate.
Para el segmento complementario, el alineador villacrespense cambia a Ferragut por Guzmán y lo manda a Galeano sobre la región derecha, y el poeta juega sus mejores 45’ desde la invención de la imprenta hasta nuestros días.
En ese período Los Andes hizo el papel que tantas veces vimos desempeñar al club de nuestros amores. Ir a locas a tontas, sin ideas y sin fútbol, para ser neutralizado sin inconvenientes, por un rival que manejó los tiempos con suficiencia y hasta con sapiencia.
Entra el juvenil Ruano entre los locales y le da una bocanda de aire fresco a los suyos que dura lo que un suspiro, más tarde ingrasa el Rey Sol Solchaga entre los locales, pero a estas alturas el blondo de Floresta es un rey de copas, que no le hace goles ni la Selección Española después de una noche en Esperanto.
Se acaba el partido y Ferragut ejecuta un golpe franco inofensivo, que el cubito Cáceres ayuda a meter dentro del arco para beneplácito de su público que comenzó un rosario de puteadas que continúa hasta hoy día.
Y con el cagadón del golero andino se acabó la función.
Tres puntos de oro y Atlanta que se pone al acecho de los punteros. Y ahora esperar a los colegiales tricoloreados con mucho respeto. Que ya sabes tú, que yo tengo más miedo cunado vamos banca, que cuando nos toca ir de punto.
¡Cuánto hace que no me echo tres al hilo!
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