CHUPÁTE ESE MANDARINO
¡Será de Dios mi fiel escudero que cada vez parece que nos enderezamos por la buena senda, trascartón viene un tropezón, volvemos quedar rezagados! ¡Parecemos la Apolo XIII, que despegamos y enseguida tenemos que llamar a Houston porque empiezan los problemas!
¿Que explicación podemos encontrar para develar el enorme misterio de que los mismos hombres -¡Sí, los mismos!- que siete días atrás ofrecierao una afinada sinfonía en los arrabales de Ezeiza, en la tarde de este sábado parecieron la murga Los Nenes de Gaboto y Suárez?
Sólo Belcebú y sus ángeles caídos tienen la respuesta a tan desatinada pregunta.
Y para que nuestra decepción nos lleve al borde mismo del suicidio, el club de nuestros amores había comenzado la porfía jugando mejor que los Susodichos, con algún que otro lujo, y a los diez minutos, tras una macana del portero quemero, Izquierdoz de derecha había puesto a Atlanta en justiciera ventaja.
Pero...¿Qué les pasó? Se preguntaría el periodista y potencial hincha del Bohemio, Ernesto Tenembaum. ¿Qué nos pasó, mi fiel escudero, que no supimos mantener la primacía y terminar enredados en la maraña de piernas y cuerpos vigorosos que propuso nuestro enemigo, hasta perder la batalla?
Es que los norteños de opas no tienen nada y cada vez que nuestro prohombre Miguel González tomaba contacto con el esférico, dos o tres gigantes se acercaban para asfixiarlo. Y si en el conjunto villacrespense no respira el Mágico, nos ahogamos todos.
Y esa fue la pócima que contenía la fórmula milagrosa: Cuatro ursos en el fondo sin lirismos ni sutilezas, presión sobre los creativos de Atlanta y velocidad en territorio rival.
Eso ayudado por un Rutili que esta vez no tuvo nada de rutilante y patrullaba mal el circo central. El rusito Mociulski también perdía en el sector y por los costados Segovia y el goleador Izquierdoz era una camino abierto por el que los delanteros visitantes no tenían que pagar peaje.
Solamente el salteño Arancibia, daba muestras de solvencia para detener las hordas enemigas.
En la vanguardia, Soriano peleaba y peleaba, pero no conseguía nunca girar con pelota dominada, Guzmán era velocidad pero también confusión y el Mágico se fue entregando mansamente a la férrea marca acassusiana. Y Quiroga, esta vez no fue el compadre de González, ni cuando probó por la izquierda ni cuando rotó a la diestra.
El asunto que la alegría bohemiera duró lo que tarda la luz del sol en llegar a la Tierra: ocho minutos. Corner, distracción, cabezazo de un grandote y chau picho, 1 a 1.
Lo que restó del primer tiempo fue todo enredo y lucha, pero lo peor estaba por llegar.
Ni bien se reanudó el fragor de las acciones, tres paparruchadas seguidas terminaron en gol de los de la camiseta nívea. La pierde Segovia, la regala Quiroga, rechaza para el ajo Izquierdoz, y Mandarino no desaprovecha el obsequio y desde afuera fusila al indefenso Don Rodrigo. 2 a 1 y a remar contra el tsumani.
Entonces empieza la historia conocida. El visitante que se abroquela contra su área con dos líneas de cuatro y se agazapa para la contra. La diferencia es que Acassuso tiene con que y si no nos comimos una goleada importante, fue porque sus atacantes en la cabeza tienen un dado, se comieron dos increíbles en las barbas mismas del gran guardameta bohemio.
Atlanta por su parte era una alocada repetición de centros a la olla, donde sus atacantes parecían pitufos al lado de los laguiluchos zagueros contrarios, que se hicieron un pic nic rechazando o dejándola para lucimiento de su arquero Ruhl.
Tampoco podía penetrar en las líneas adversarias por abajo, ni el Mágico, ni el tenaz Quiroga ni el torito Guzmán
Así se fue deslizando el partido hacia esta nueva desilusión. Entró el guaraní Acosta Cabrera y lo mismo que nada. Tampoco fueron solución el joven Galeano ni el mozalbete Tirantino.
Faltando un minuto, casi empata Atlanta de chiripa, pero Ruhl, en una atajada increíble, nos dejó con el grito en el garguero.
Final y amargura.
Y Ahora el martes a visitar nuestros hijos. Vamos a ver que nos depara el destino con este desconcertante equipo.
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