TU TAMBIÉN HIJO MÍO
¡Recuerdas, mi fiel escudero, esta histórica expresión de sorpresa de Julio César cuando vio que su hijastro sumaba su artero puñal al del conjunto de sus asesinos! ¡También a nosotros nuestro hijo dilecto, el gallito moroniano, nos ha propinado una estocada mortal! ¡Por las barbas de Neptuno, como estará Atlanta para que hasta Morón se aproveche de ella!
Y no ha sido cualquier formación la de los del lejano oeste, la que nos ha derrotado, sino la de una banda de asaltantes nocturnos que no pueden jugar ni a la bolita con rodillera y le pegan a la pelota con los tobillos.
Atlanta salió a la verde gramilla en la agradable noche de este verano que se va - como las ilusiones bohemias de entrar al reducido- casi repitiendo el equipo más estable: Juan Galeano por el rusito Mociulski la única modificación entre los Alonsitos con respecto al partido anterior.
Así formó entonces la escuadra fundada el 12 de octubre de 1904: Don Rodrigo Llinás al arco. El petizo Lolli, Izquierdoz, el salteño Arancibia y el pelado Segovia los cuatro del fondo. La línea de volante con el mentado Galeano y el rutilante Rutili de centrajases, más Quiroga que generalmente se suelta un poco más. El Mágico González de enganche y arriba el torito Guzmán por afuera y el pollo Soriano en la zona áspera.
Desde el comienzo el elenco porteño dominó con amplitud a un enemigo paupérrimo, que marca como la Selección Nacional, le entrega la pelota a los rivales y bajo presión le pegan sin miramientos para Haedo o Castelar dependiendo de donde se lo ataque.
El asunto es que Atlanta le ocupó bien los espacios y les ahogó la salida adueñándose de la redonda casi con exclusividad.
Pero con el balón en los pies es cuando empiezan los problemas entre los villacrespenses, al depender casi por completo de las musas inspiradoras que pueblan la cabeza de Miguel González. Y le Mágico tiene más habilidad que claridad, y los lujosos chiches con que deleita al público presente y televidente, terminan siendo inútiles por elegir siempre mal el pase final.
Es cierto que poco lo ayudan sus compañeros, porque ayer Quiroga estuvo ausente casi todo el partido, Guzmán solo se dedicaba a chocar con la zaga albirrroja y Soriano no consigue llegar al golero enemigo mirándolo a los ojos y la única que tuvo la tiró a las vías del viejo Ferrocarril al oeste.
En el medio campo volvió a defeccionar Rutili y poco y nada aportó Galeano.
Y en los primeros 45’ la defensa no fue casi molestada.
Se terminó el primer tiempo, un bodrio horrible protagonizado por uno que no sabía y otro que no podía.
Empieza el segundo de los capítulos de esta obra maestra del terror, y Atlanta se manda una de los Tres Chiflados: Tiro de esquina a favor a la derecha de su televisor señora, rechaza la defensa gallinesca y Falczuk corre los cien metros llanos perseguido por el petizo Lolli sin alcanzarlo, Rutili que le agarra la duda existencial y no le sale a interceptarlo, y el tipo que llega hasta el área bohemiera, y con todo confort la ubica ante la salida de Llinás.
Y Morón con nada –pero nada de nada- pasa ganar el partido.
Y empieza la historia sin fin, tantas veces vista. Atlanta, que sin ideas preclaras, se abalanza sobre posiciones enemigas, pero nunca infiltrándose dentro del área del veterano Migliardi, que a pesar del acoso pasó una noche sin demasiados sobresaltos.
El Mágico siguió sin aparecer, más que para alguna que otra jugadita de papi-fútbol, y Quiroga no tomaba la posta.
Entraron: primero Cherro para ver si cabeceaba alguna pero no le llegó ninguna. Luego el guaraní Acosta Cabrera y no sumó nada, y menos aún el imberbe Tirantino que ni la tocó.
Y con el correr de los minutos el bohemio se fue desesperando y abriendo en el fondo.
Entonces el gallito, creó algunas oportunidades para aumentar, lo que dibujó el espejismo de una victoria justa, que en realidad no lo fue.
El empate hubiera sido el resultado más adecuado, porque los dos jugaron horrible, pero Atlanta le regaló una oportunidad y Morón dijo ¡Gracias papá!.
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