martes, 9 de marzo de 2010

The Real Comment: Tristan 1 - Atlanta 3

DANZA CON LOBO

¡Pardiez, que zaino le dimos, mi fiel escudero, a estos altivos lecheros en su coqueto estadio de allende el arroyo Jiménez! ¡Eso que venían empinados y agrandados como D’Elía paseando por Irán! ¡Y en ese histórico segundo tiempo le hicimos bailar la polka, el minué, la jota cordobesa y el chotis, todo al mismo tiempo! ¡Ni con el viejo lobo de mar de Cordone en cancha – aquel fortinero que supo jugar en la Rubia Albión- zafaron de semejante peludo!
Y eso que en los primeros cuarenta y cinco minutos parecía que se comían a los chicos crudos, y que con poca guita se iban a llevar tres puntos que los pusiera a tiro del inalcanzable Sarmiento.

Porque a decir verdad, en esa etapa Atlanta hizo poco y nada y los tristones coparon la parada en el mediocampo donde sus volantes ganaban la porfía a un desacertado Rutili y un intrascendente Mociulski. Por su parte Lolli más preocupado en defender que en lanzarse en intrépidas corridas al ataque, gravitaba poco en su sector y, sólo el Huevo Quiroga intentaba generar algo de juego, cuando los locales le prestaban la pelota.

Mientras tanto el Mágico la veía pasar y no la podía agarrar, Guzmán aportaba su cuota de confusión y, en ese despiporre, merece rescatarse la actitud del Pollo Soriano que era puro empeño y pelea contra toda la defensoría ezeizana.

Atlanta había emergido de la manga con algunas modificaciones en relación al partido anterior: Don Rodrigo Llinás de golero; volvió la “defensa de memoria” de Alonso: Izquierdoz, Arancibia y Segovia; volvió el “mediocampo de memoria” Lolli (casi un zaguero más) Mociulski, Rutili y Quiroga; el Mágico y adelante Guzmán -en lugar del guaraní Acosta Cabrera- y Soriano.

Volviendo al desarrollo de las acciones digamos que dominan pero en el área no son muy bravos los de Bravi. Sin embargo, pasadita la media hora de juego, un rechazo largo del siempre bien ponderado Albano Anconetani, llegó al territorio bohemio y mientras Izquierdoz miraba a Arancibia y Arancibia miraba a Izquierdoz, Leguizamón miró la pelota y facturó.
1 a 0 para Suárez y justo e inapelable como son los juicios del Nuestro Señor.

La mano venía peluda y confieso que eran pocas las esperanzas de revertir el sino oscuro del destino. Atlanta no parecía tener respuesta ante la impiadosa adversidad.
Pero en el fútbol, a Dios gracias, son más abundantes las sorpresas que las certezas.
Terminaba la etapa y Guzmán, sin intención alguna, produce su mejor jugada: lo lesiona a Suigo, un león defendiendo y un ariete atacando.

Los dueños de casa sienten el golpe y para colmo de males –para ellos- poco antes del pitazo del juez, el torito Guzmán captura la bocha, se la cede a Quiroga que magistralmente (como Gerson en Brasil del 70) lo habilita a Mociulski que la para con el pecho (Como Pelé, Idem) y define ante la salida del arquero (como Jairzinho, Idem)

Final de primer tiempo y agarráte Catalina que vamos a galopar. Estaba por empezar el verdadero show del fútbol.
Para el segundo tiempo salen los dos equipos sin cambios, pero eran otros jugadores influidos vaya uno a saber porque extraño maleficio. Lo cierto que los de Suárez parecen Atlanta y los de Atlanta una mezcla del Brasil del 70, Holanda del 74 y Dinamarca del 82.
Los porteños dominaron las acciones, sin que los hijos de Granado pudieran pasar la mitad, y empezaron a perderse goles a lo pavote. Pero se veía venir que la diferencia estaba al caer.
Y así fue, en la mitad de ese segundo tiempo Quiroga (Como Clodoaldo, Idem) lo habilita al Mágico que patea al arco (Como Martínez, Atlanta 2009) y menos mal que estaba Guzmán para corregir y poner en ventaja al equipo visitante.

Bravi mete en cancha al lobo Cordone, para que algo cambie, pero la danza bohemia no se detiene y a doce del final (Como Rivelinho, Idem) Quiroga –la estrella superlativa en la soleada tarde sabatina- con un poético disparo desde afuera cierra el partido.

Después Palisi entró para tenerla y el pibe Tirantino para lucir sus botines azules.
Al baile le llegó el tiempo de los lentos y cuando Stoklas dijo basta: Conga conga conga, se terminó la milonga.

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