lunes, 30 de noviembre de 2009

El Commento Real: Flanders 0 - Atlanta 1

UNA HUEVADA

Mi fiel escudero ¿Dónde están esos temibles canarios que se comen a los chicos crudos en su dominios de allende el río Luján? ¿Qué pasó con los imbatibles tercios de Flandes que hacían decenas de goles en poquísimos minutos? ¿Se chamuscaron bajo el lacerante sol de este noviembre agonizante? ¿O su fama era pura cuento?
Huevadas. Solo huevadas que sucumbieron al paso demoledor con el que transita nuestra gloriosa escuadra este segmento del campeonato, cubierto con los laureles de la victoria y con el honor de nuestro Don Rodrigo inmaculado, como el himen de las doncellas de nuestro marquesado.
Llegamos al monárquico Carlos V al tranquito sobón del flaco rocín derretidos bajo el calor sofocante de nuestra armadura (¿Por qué será en Jáuregui o te cocinas o te mojas hasta las calzas, sin término medio?)
El Alonsito, que será joven pero gilipollas dejó intacto al equipo que tantas satisfacciones le viene dando, no se le da por andar haciendo cambios estrafalarios y entonces, el catálogo de players resultó idéntico la de siete días atrás.
Vamos a recordarlo: Don Rodrigo Llinás para atajar los penales. Una cada vez más marcada línea de cuatro con el petizo Lolli, Nico Cherro, y los eficientes Izquierdoz y Segovia. La volantería con el rusito Mociulski, el rutilante Rutili y el “huevo” Quiroga. Para enganchar el Mágico González, y adelante el Torito Guzmán con Walter Cubilla.
El primer tiempo fue un esperpento de lo peor que puede brindar el fóbal, pero dentro de esa insoportable levedad del ser, los venidos desde la Reina del Plata se sentían más cómodos y a todas luces, si había que cerrar trato con un triste 0 a 0, no les iba temblar la mano a la hora de rubricar dicho acuerdo.
Como nos tiene acostumbrados a quienes lo seguimos a todos lados, exhibió se consabida firmeza por los fondos, y su eficaz labor de la contención y obstrucción de sus hases, que hacían inútiles las blandas expediciones flamencas, casi todas comandadas por el pelado Barrientos.
En función de ataque Atlanta era un poquito más que la nada absoluta y eso se debía a lo mal que jugó su cerebro y conductor: El Mágico González al que le costaba hacerse del esférico elemento y, sobre todo, darle el mejor de los destinos buscando los pies de un camarada.
Es cierto que cada vez que tomaba contacto con el balón, era rodeado inmediatamente por una patota de jaureguiceños, seguramente avisados de sus encomiables habilidades.
Así que se dependía de la tibieza del “huevo” Quiroga y las inconclusas maniobras del torito Guzmán. Walter Cubilla era el hombre que está solo, espera y se resbala.
Y aunque ninguno de los beligerantes pisaba el área ni bajo receta del médico, fue el partido de los goles increíblemente desperdiciados.
El primero a mediados del primer tiempo, cuando raramente, Don Rodrigo dio un rebote y el hermano no mágico de González la mandó a la Basílica con todo el arco para el solito.
Ya sobre el final de la etapa, Guzmán quedó en duelo criollo con el sin manos de Diego Fernández, pero el ex arquero suplente de Atlanta resolvió brillantemente.
La etapa final amenazaba a ser otro bodriazo, con nosotros expuestos cual saurios a las inclemencias de los rayos del astro rey, viendo girar las agujas del reloj, sin mayores incidencias dignas de ser destacadas.
Pero, enseguidita de pasado el cuarto de hora, Guzmán se manda uno de sus aislados rushes exitosos y le pone un pase poético al “Huevo” Quiroga, para que este inscriba su nombre en la insigne galería de los goleadores bohemios.
Estaba claro que esa huevada era letal y eran pocas las probabilidades de que los flandriosos empataran el score. Pero era tanto lo que jodieron con los 4 goles en Agronomía que uno se lo terminó creyendo.
El asunto lo pudo haber liquidado el mismo Guzmán, cuando Quiroga le devolvió la gentileza y lo puso al pibe en una posición imposible de errar, pero este, con todo el espacio cósmico para elegir, la ubicó en el único lugar donde estaba el arquero.
La vida seguía igual, con la única modificación que merece mencionarse, que es la inclusión del guaraní Acosta Cabrera, cuya presencia le da a Atlanta otra dimensión de tres cuartos para adelante.
Ya nos refregábamos ojos sin poder creer ser testigos de cuatro halagos consecutivos, cuando en medio de un centro inofensivo, Nico Cherro mete la manito y penal para los locales.
Pero, ¿Para que tiene Atlanta al mejor arquero de la categoría? El gran Don Rodrigo le contiene el tiro de los doce pasos a Montenegro, pero la pelota le queda al goleador canario a su disposición, para sumar en su cuenta sin obstáculos a la vista. Pero se nota que el buen muchacho la pierna derecha la tiene de adorno y manda el tiro de gracia a la centenaria ciudad de Mercedes.
Ahora sí, la cosa quedó sellada. Hubo tiempo para una gran jugada del guaraní de los dos apellidos que no entró por poco.
Finish, kaput y chupe, chupe, no deje de chupar (Diría Maradona), volvimos a Villa Crespo con tres puntitos más.

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